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Mary Aguilar/ Xalapa, Ver.- El rezago del campo veracruzano no sólo deriva de la faltade recursos y programas, también de la escaza mano de obra comoconsecuencia de la movilidad poblacional del campo a la ciudad, mencionóJoaquín Rosendo Guzmán Avilés, Secretario de Desarrollo Agropecuario y Pesca (Sedarpa).
Indicó que durante las reuniones con el sector campesino, una de lasobservaciones recurrentes es la falta de interés de las nuevas generaciones
por el trabajo y explotación de la tierra, al no encontrar oportunidades ensus localidades.
“El campo que muchas veces sus padres o abuelos trabajaron por muchos añoslo dejan, se les olvida. Debemos darles las armas y las herramientas a losjóvenes, sobre todo capacitación. Por eso hay personal que estará destinadoa acudir a las universidades para que desde ahí nos apoyen”, destacó.
Guzmán Avilés enfatizó que son instrucciones del gobernador del Estado deVeracruz, Miguel Ángel Yunes Linares; incluir a los jóvenes en los
proyectos productivos, así como en los talleres de capacitación yconcientización para recuperar la confianza en el campo y el lugar queocupa en el desarrollo económico estatal y nacional.
“Los jóvenes no quieren estar en el campo, porque no creen que vale o quedé más. Les conviene un trabajo en la ciudad, en una empresa”, aunque
remarcó que la actividad en el campo es de tal relevancia que Veracruzposee el segundo lugar en producción agropecuaria.
Por ley, toda mujer gestante debe realizarse, entre la semana 24 y 28 del embarazo, el estudio de tolerancia a la glucosa que determinará la predisposición a padecer diabetes en este periodo
El especialista en ginecología y obstetricia, Enrique Reyes Muñoz, estima que el 10 por ciento de todas las mujeres embarazadas van a desarrollar diabetes gestacional. El riesgo se eleva, asegura, hasta un 45 por ciento si la futura madre tiene obesidad, más de 35 años de edad y/o antecedentes familiares del padecimiento.
La diabetes gestacional se desarrolla durante el embarazo, periodo en el que de manera natural aumenta el nivel de hormonas, y con ellas la glucosa, lo que reduce la capacidad que tiene el cuerpo de utilizar y responder a la acción de la insulina.
De presentarse esta afectación, los bebés pueden nacer macrosómicos (con peso mayor a cuatro kilos) y una alta tendencia a presentar diabetes en promedio a los 10 años de edad. Asimismo, pueden producir insulina en exceso y nacer con hipoglucemia, concentración de glucosa inferior a 70 miligramos por cada 100 mililitros de sangre, que de no ser atendida podrían ocasionar convulsiones, daño cerebral permanente, coma o incluso la muerte.
“Está documentado que los hijos de madres con diabetes gestacional desarrollan desde ésa etapa las características para llegar a padecer diabetes mellitus tipo II, obesidad, síndrome metabólico y enfermedades cardiovasculares”, afirmó el investigador de la Coordinación de Endocrinología del Instituto Nacional de Perinatología (INPer) “Isidro Espinosa de los Reyes”.
Sin embargo, el doctor Reyes Muñoz refirió que la probabilidad de desarrollar el padecimiento puede reducir. Y así lo muestra un estudio científico realizado en la institución en el que participaron mujeres embarazadas, tanto de alto como de bajo riesgo de desarrollar diabetes gestacional.
A las participantes del programa piloto se aplicó metformina, más tratamiento médico nutricional, y los resultados muestran que el número de gestantes de alto riesgo se redujo de 45 por ciento a 10 por ciento, en tanto que el total de las embarazadas sin riesgo bajó de 10 a cinco por ciento.
Cuando la diabetes gestacional no se trata, la glucosa aumenta y con ello la presión arterial, y de llegar a más de 140/90 trae como consecuencia preeclampsia, es decir, falta de oxigenación que puede originar desprendimiento de la placenta, interferencia con el flujo alimenticio y nacimientos prematuros o productos con bajo peso.
Reyes Muñoz, quien encabeza la investigación, recomendó que antes de embarazarse cualquier mujer debe acudir a consulta para evaluar potenciales de riesgo, ya que una persona con sobrepeso debe perder un 10 por ciento de su masa corporal antes de iniciar la gestación.
La diabetes gestacional se diagnostica entre la semana 24 y 28 del embarazo, mediante una muestra de sangre, o a través de la prueba de tolerancia a la glucosa. El estudio consiste en suministrar una carga de azúcar de 75 gramos para que posteriormente se observe la reacción del organismo con muestras que se toman al minuto cero, a la hora y a las dos horas; lo normal es que en ayuno los niveles de azúcar estén debajo de 92, a la hora sean inferiores a 180 y a las dos horas no rebasen de 153, de lo contrario se diagnosticará diabetes gestacional.
Por ley, toda mujer embarazada debe realizarse el estudio que determinará la predisposición a padecer diabetes gestacional.
Una vez diagnosticado el problema, la futura madre debe seguir una dieta baja en carbohidratos, practicar ejercicio y llevar a cabo el monitoreo de glucosa. Con estas medidas, el 70 por ciento de las mujeres controlan su glucosa y llevan un embarazo saludable.
Asimismo, resulta indispensable que después del embarazo se realicen nuevas pruebas de sangre para determinar si la diabetes desapareció, pues aproximadamente el 50 por ciento de las mujeres que presentan la afectación gestacional, al cabo de cinco años posteriores al parto desarrollan diabetes mellitus.
Ahora bien, una mujer sin diabetes tiene la glucosa con niveles de 70 a 99, pero durante la gestación el límite más alto debe ser de 92. (Agencia ID)
Mexicano en Inglaterra profundiza en la actividad del cerebro al momento de la orientación espacial
Published in Ciencia y SaludA través del estudio de la función eléctrica cerebral de roedores, similar a la humana, se ha descubierto un grupo de neuronas que actúan como un compás interno que les proporciona sentido de orientación
A fin de ahondar en el entendimiento del proceso de orientación espacial llevado a cabo en el cerebro humano, el doctor en neurociencia de la University College London, Yavé Lozano Navarro investigó los procesos neuronales que determinan la ubicación en roedores a partir del registro de la actividad eléctrica en su corteza cerebral cuando se encontraban dentro de una caja en busca de alimento.
Las neuronas que buscaba en dichos experimentos se denominan “de orientación de cabeza” o por su nombre en inglés, “head direction cells”, las cuales fueron descritas en los años noventa del siglo pasado por investigadores en los Estados Unidos, quienes descubrieron que estas células cerebrales incrementan su actividad eléctrica cuando la cabeza del roedor se ubica en una dirección específica en relación a su entorno, ello aun cuando el animal se desplaza en completa obscuridad. Esto indica que el movimiento generado por el animal y no la información visual es importante para mantener la actividad de estas neuronas y proveer una representación continua de ubicación espacial.
De esta forma, las neuronas de orientación de cabeza proveen una señal que le permite al roedor determinar su posición y orientarse en relación a la información visual del entorno o en ausencia de la misma en base a su propio movimiento. Una analogía de dicho proceso cerebral podría ser similar al de un compás que se alinea en referencia a puntos visuales del contexto y no al polo magnético de la Tierra.
Al ejemplificarlo, el neurobiólogo egresado de la UNAM subrayó: “Para entenderlo mejor imagínense estar dentro de una habitación totalmente a oscuras y decidir dirigirse al baño, en ese momento las neuronas están activas a pesar de no ver nada; sin embargo, al prender la luz y ver la ubicación de objetos en el entorno, dichas células cerebrales cambian su dirección y de esta forma nos permiten re-orientarnos, corrigendo los errores que cometimos al trasladarnos al baño empleando únicamente nuestro movimiento”.
No obstante, el especialista indicó que una pregunta que continúa siendo tema de investigación, tanto en roedores como en humanos, es cuál información visual del entorno es relevante para la orientación espacial, es decir, qué elementos del contexto permiten determinar una ubicación actual y de esta manera planear hacia dónde dirigirse.
Ante ello, para investigar qué estímulos visuales son usados como anclaje para orientarse, el doctor Lozano Navarro midió los cambios de la actividad de neuronas de dirección de cabeza después de colocar a ratas dentro de un cilindro y rotar gradualmente distintas claves visuales ubicadas dentro del entorno. Al relacionar los cambios en la actividad de estas neuronas con la posición de las claves del contexto dedujo el procesamiento de la información visual que utilizan las ratas para la orientación espacial.
Por otra parte, Lozano Navarro refirió que el cerebro también contiene las llamadas “neuronas de lugar” que se mantienen activas incluso durante el sueño y que reafirman la información que el animal aprendió: “Ello es sabido gracias a una previa medición y análisis de la actividad neuronal en el hipocampo de los roedores al momento de entrenarlos para recorrer laberintos; dicha labor de las células cerebrales es medida previo y durante el sueño del roedor y se ha encontrado una respuesta neuronal similar a la secuencia que el animal recorrió al estar despierto”, enfatizó.
Además de la electrofisiología se han empleado otras tecnologías que miden la actividad neuronal, como la resonancia magnética funcional y el flujo de calcio en neuronas, que han encontrado que procesos de orientación espacial similar a roedores ocurren en especies como moscas, murciélagos y humanos, mostrando que mecanismos similares de orientación espacial se han conservado a través de la evolución. (Agencia ID)
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