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Coversatorio

Félix Báez-Jorge, (1945-2023) Universal Xalapeño
Ángel Rafael Martinez Alarcón
El domingo siete de mayo del 2023, dejó de latir el corazón del doctor en historia por la Universidad del País Vasco, Félix Báez-Jorge, luego de parece una dolorosa enfermedad, y luego de luchar con ella, en la ciudad de Coatepec Faltan tan sólo una par de dia de cumplir 78 años de edad. Una de las mentes más brillantes que haya nacido en nuestra ciudad, el 19 de mayo de 1945; eran aquellos días del final de la Segunda Guerra Mundial.
En estos últimos siete meses, la Universidad Veracruzana, ha perdido a extraordinarios egresados de sus aulas: el antropólogo Román Güemes Jimenez, (1953-2022). Enriquez Florescano Mayet (1937-2023). Esther Hernández Palacios, (1953-2023). Alberto Espejo Gutierrez ( docente de la facultad de letras) y Félix Báez-Jorge (1945-2023)
Desde niño, escuchaba sobre el más anciano del barrio: Xallitic-Calvario-Cruz de la misión, don Félix Báez Santiago, (12 de marzo de 1897-6 de enero de 2002), originario de Tlacolulan, Veracruz. Comerciante de la Plazoleta del Carbón, la Casa Báez. Que uno de sus nietos salió todo un intelectual, jugador de béisbol, reportero, antropólogo, alumno del centro escolar Revolución, diplomático, investigador, docente universitario; fui creciendo y hasta que por fin conocí primero de vista la héroe del barrio, el había nacido en pleno corazón de la zona del Árbol, ahí donde en el siglo XVIII se instalaba la feria comercial, en la Plaza del Rey. Gracias a mis maestros Francisco Rubén Córdoba Olivares (1939-2006), también vecino del barrio. El Dr. José M. Velasco Toro, Dra. Guadalupe Vargas Montero, gracias a ellos tuve la oportunidad de conocerlos personalmente, primero conocí y sobre todo su obra como antropólogo, así fue creciendo la admiración, por su trabajo, más tarde la vida me dio la oportunidad de ser becario del padre de la antropología veracruzana y constructor de la nueva Universidad Veracruzana, don Gonzalo Aguirre Beltrán (1908-1996) Con quien tuve la gran oportunidad de conocer la historia de la antropología mexicana, donde ya Báez- Jorge tiene su reconocido lugar, como aportación en las ciencias sociales.
Nace el 19 de mayo de 1945, una semana después del fin de la Segunda Guerra Mundial, eran los primeros meses de la gubernatura de don Adolfo Ruiz Cortines, y los últimos meses del General Manuel Ávila Camacho en la Presidencia de la República. Xalapa eran sus años de una ciudad pueblerina, sus límites llegaban hasta la Cruz de la Misión. De ahí que Báez- Jorge tenga que ser también un líder estudiantil en el movimiento mundial estudiantil de 1968
El Cuerpo Académico Historia y Cultura del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana, así como los Grupos de Investigación Antropología de las Religiones del Instituto Nacional de Antropología e Historia y del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, las doctoras: Dra. Guadalupe Vargas Montero (UV) Mtra. Isabel Lagarriga Attias (INAH) Dra. María Teresa Rodríguez López (CIESAS- Golfo); convocaron al Coloquio Homenaje al Dr. Félix Báez-Jorge Pensamiento Antropológico y obra académica, los días 9 al 11 de junio 2014, en la Usbi de Xalapa, donde se dieron cita las más prestigiosos antropólogos del país.
Báez- Jorge desde muy joven mostró una gran versatilidad en las más diversas actividades culturales, su ingresó a la carrera de Antropología de nuestra máxima casa de estudios; su trayectoria académica es única. Desde el 15 de mayo del 2014 fue designado como decano de la Facultad de Antropología, un hombre consagrado a la docencia, investigador de talla internacional, servidor público en los niveles de gobierno estatal y federal. Miembro del cuerpo diplomático, donde también ha ejercido su pasión la investigación y la promoción cultural, en la embajada mexicana en Bolivia y Cuba. Excelente funcionario de universitario, que por intereses oscuros nunca lo dejaron llegar a ser Rector
La obra escrita por Félix Báez-Jorge, es extensa que abarca un millar de artículos científicos y más de docena y media de libros, en su mayoría bajo el sello editorial de la Universidad Veracruzana. Su obra: Olor a santidad, 2006. La biografía más seria realizada sobre la vida y obra de San Rafael Guizar y Valencia (1878-1938). Quinto Obispo de Veracruz, donde Báez- Jorge nos da una cátedra de manejo de las más diversas fuentes para la historia, su rigor metodológico, sus acervo documental, y sobre todo el trabajo de los más diversos archivos, nacionales como internacionales, donde realizó su labor pastor o de exilio del Obispo de Veracruz. Amén de toda su obra antropológica, en particular sobre el sincretismo mesoamericano y el catolicismo. Además Báez-Jorge, tiene una gran virtud que sabe escribir, su obra se lee fácilmente por el gran manejo del lenguaje.
En Breves líneas, quiero mostrar la trayectoria de un xalapeño universal, como lo fue Félix Báez Jorge: investigador de Tiempo Completo Titular C. Licenciado en Antropología, Universidad Veracruzana, 1970. Maestro en Ciencias Antropológicas especialidad en Antropología Social. Universidad Veracruzana, 1972. Doctor en Historia Contemporánea. Convalidación completa de estudios de Doctorado por la Universidad del País Vasco, en reconocimiento a la producción científica y currículum profesional, Bilbao, 2005. Doctorando en Etnohistoria, Programa de posgrado, Escuela Nacional de Antropología e Historia. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel II. Línea de Investigación: Identidades Étnicas, Mentalidades y Religión Comparada en contextos Étnicos y Rurales. Adscrito al Cuerpo Académico: Identidades Étnicas, Mentalidades y Religión Comparada en contextos Étnicos y Rurales. Miembro de número de la Academia de Historia mexicana.
El ayuntamiento de Xalapa, en octubre del 2021, le realizo un sencillo homenaje, ver: https://youtu.be/2nJ5rlYFZGc
Su muerte física del Tigre, como solia llamar a los amigos, nos deja una gran vació, sus sabios consejos observaciones y su agudo ojo crítico. Su trabajo antropológico será eterno, para las nuevas generaciones de los antropólogos. Deja una gran escuela de alumnos que asistieron a sus cátedra en la Unidad de Humanidades.
Un sentido pésame a su hijos, que ha continuado las huellas de su padre.

Prosa aprisa
La batalla en el CAE contra el Covid-19 que salvó vidas

Arturo Reyes Isidoro

Pasaron mil 191 días (tres años y tres meses) desde que se decretó oficialmente la pandemia de Covid-19, durante los cuales murieron más de 6.9 millones de personas (los especialistas creen que fueron 20 millones) y se contabilizaron 765 millones de diagnósticos, hasta el pasado viernes 5 de mayo cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció el fin de la emergencia sanitaria internacional.

El director general de la OMS Tedros Adhanom Ghebreyesus declaró: “La covid ha cambiado el mundo y nos ha cambiado”. Definitivamente sí.

Terminó la emergencia pero la amenaza continúa, todavía hay miles de personas infectadas que luchan por sus vidas en unidades de cuidados intensivos y muchas que padecen los efectos que les dejó el virus. Me cuento entre los millones que sobrevivimos.

Con mi eterno agradecimiento a todo el personal que nos ayudó a salvar nuestras vidas, reproduzco la primera de las tres columnas que publiqué (25.07.21) cuando salí del hospital. Si bien me refiero al Centro de Alta Especialidad (CAE) de Xalapa, hago extensivo el reconocimiento a todos quienes estuvieron en la primera línea de batalla en todos los hospitales públicos.

“La batalla en el CAE contra el Covid-19, para salvar vidas (I)

Ocho días en la cama 06, en la sala 2 (de tres que hay, según me informé) de enfermos o pacientes con Covid-19, en el Centro de Alta Especialidad (CAE) ‘Dr. Rafael Lucio’, en Xalapa, me hicieron vivir una experiencia inolvidable y ser testigo directo del muy alto nivel de atención y de preparación del personal del sistema de salud pública de Veracruz para enfrentar la pandemia del siglo.

En el octavo día de mi internamiento, cuando una joven médica me anunció por la mañana que ya me iría a mi casa más tarde, creo que al ver mi reacción de sorpresa, de grata sorpresa, me preguntó, ¿o qué, ya no se quiere ir? Pues como que ya me está gustando estar aquí, le respondí con la más ligera sonrisa que las fuerzas me permitían.

Es cierto, no es como para querer quedarse a vivir en la cama de un hospital, casi inmovilizado, pero si uno se mentaliza, acepta de la mejor forma su situación de enfermo, confía totalmente en el personal médico y facilita las cosas colaborando con ellos, no la pasa nada mal. Me sorprendí, estuve y estoy sorprendido por todo lo que vi.

Había transitado con el Covid-19, desde los primeros síntomas, siete días ya, sin problemas para respirar, pero, de pronto, el oxímetro bajó a 86 mi nivel de saturación de oxígeno en los pulmones. Ya con el virus había estado en 92 y más, pero por fin se presentaba lo que todos temen: que bajara de 90.

El joven médico Édgar X. González Juan (excelente, confiable), especialista para atender a los pacientes con infecciones respiratorias, con síntomas o con el virus en el módulo médico del Sistema de Atención Integral a la Salud de la Universidad Veracruzana (SAISUV), me mandó entonces a hacerme análisis, estudios y radiografías.

Mi familia ya no lo pensó más: mejor vete al CEM (el ahora Centro de Alta Especialidad se llamaba antes Centro de Especialidades Médicas), que ahí te atiendan, que ahí te los hagan y vigilen para que no se vaya a complicar tu situación. Estuve de acuerdo, aunque no me gustaba la idea de quedarme internado, no sabía yo por cuánto tiempo.

Desde mi llegada al área de urgencias, la atención fue inmediata. Tan pronto les informé de mi enfermedad y tomaron todos mis datos personales, un médico me dijo que tendría que quedarme algunos días internado, y en pocos minutos estaba ya acostado, con mi bata de enfermo, en una camilla del área de llegada, en observación.

No pasó mucho tiempo para que me llevaran a la sala 2, y ahí viví la experiencia que me faltaba en mi vida, una experiencia que seguramente nadie quiere vivir: no solo padecer también la epidemia del siglo, como miles en el mundo, sino ver, conocer desde dentro cómo se está combatiendo.

Una vez que me encamaron y casi me inmovilizaron (me pasé ocho días en posición decúbito supino, una posición anatómica del cuerpo humano caracterizada por estar acostado boca arriba, con mirada dirigida al cénit, en este caso a una lámpara de luz blanca) actualicé una vieja sentencia de la vieja escuela de periodismo en la que me formé: donde hay un reportero hay una noticia.

Creyente de Dios, con mucha fe en él, estaba seguro que saldría vivo y que podría narrar algo de la experiencia.

Me acordé entonces del periodista alemán Günter Wallraff, de su libro El periodista indeseable, como lo era él por sus reportajes ‘desde dentro’, esto es, que para denunciar injusticias y corrupciones las documentaba entrando a trabajar en lo mismo que quería denunciar, lo mismo como obrero, para luego convertirse en un neonazi que se ofrecía como confidente a la policía para espiar a estudiantes izquierdistas, en un empresario católico que pedía consejos a los obispos acerca de la venta de napalm, en un financiero de extrema derecha, etcétera.

En mi caso era hacer, encamado, un reportaje ‘desde dentro’, que resultó gratísimo por todo lo que vi y viví y que me predispuso a hacer el más encendido reconocimiento una vez que saliera, lo que ahora hago en forma pública, a médicos, enfermeras, camilleros, químicos, radiólogos, psicólogos y nutriólogos, así como al personal del aseo, hombres y mujeres veracruzanos dedicados con toda entrega y pasión a salvar vidas en forma valiente y decidida sin importar poner en riesgo la suya.

Reflexioné y lo platiqué con médicas y enfermeras: nadie, salvo los enfermos que pasan por ahí, tiene la menor idea del trabajo, de la batalla que dan las 24 horas, sin parar nunca, mujeres y hombres, que ya perdieron el miedo a contagiarse y actúan con toda decisión para salvar a los más que puedan.

Me imaginé, les dije, que seguramente ni sus mismos familiares alcanzaban a dimensionar el valor de su trabajo cuando les platicaban lo que hacían adentro. Me gusta lo que hacemos, me dijo un médico a los pocos días que ingresé. Nada más llegar, igual que a todos, la atención fue abrumadora. Con el seguimiento muy puntual de una bitácora era constante el chequeo de la temperatura, de la presión arterial, del ritmo cardiaco, de la oxigenación, la aplicación de medicamentos, las tomas de sangre para su análisis, las placas de los pulmones, el acercamiento de los psicólogos, la alimentación.

Desde la primera mañana que viví la experiencia de la atención de todo el personal me dije que era justo que mencionara en este espacio, cuando retomara la escritura, a quienes me atendían. Les pedí que me dieran sus nombres. Pero luego, conforme se fueron dando cambios de turno del personal, me fui dando cuenta que era todo un ejército. A todos les fui pidiendo su nombre, que me hicieran una lista, por muy larga que fuera, para mencionarlos a todos. Era lo menos con lo que podía intentar corresponderles. Algunos me dijeron que sí. Para mí, lamentablemente no lo hicieron.

Para nosotros, me decían, el mayor reconocimiento es que usted regrese bien a su casa, con los suyos.

Mi cama se ubicaba exactamente enfrente de un letrero que decía: Central de Enfermeras. Era el espacio en el que solo cuando tenían que escribir algún reporte se sentaban ahí, por minutos, porque enseguida se desplazaban para atender a los pacientes que les tocaran.

Me dije que no era la mejor ocasión para hacer la comparación, pero me recordó los casinos de Las Vegas, donde cuando se entra, adentro no pasa la luz del día y siempre hay luz artificial, lo que hace que se pierda la noción del tiempo del modo que los jugadores o los apostadores siguen y siguen.

En el área de atención a enfermos de Covid-19 del CAE, pasa lo mismo. Una vez que se cierra la hermética puerta detrás de uno, la luz blanca de las lámparas será permanente. Conforme pasan las horas, los días, poco a poco se va perdiendo idea del tiempo afuera y uno calcula qué hora debe ser solo por la llegada, siempre puntual y hasta en forma anticipada, de los alimentos, del desayuno, de la comida y de la cena.

Desayuno, comida y cena adecuados y hasta abundantes para los pacientes, calculada y supervisada por nutriólogos, otros componentes más de todo el equipo de atención médica, equipo que es una verdadera bendición de Dios”.

Como en mi caso, millones no nos hubiéramos salvado sin estos héroes anónimos. Nunca habrá tiempo suficiente para acabar de reconocer su entrega, su dedicación, su sacrificio, Dios los bendiga siempre.

Alejandro Ávila/Veracruz, Ver.- La marca "Hecho en Veracruz" que desarrolló la actual administración del estado, ha permitido que los emprendedores y productores primarios agremiados puedan vender sus productos en cadenas comerciales, ferias e incluso, exportar a Canadá y Estados Unidos

Carlos Espinoza Armida, director de calidad de la Secretaría de Desarrollo Económico y Portuario (SEDECOP), relató que la tienda en línea de la marca "Hecho en Veracruz" ha tenido gran aceptación, y se han incrementado las ventas de productos hechos con manos veracruzanas.

"Las empresas que tienen la marca 'Hecho en Veracruz' lo pueden hacer sin pagar un peso, la secretaría absorbe el costo del embalaje, del empaque y del envío, y lo que cuesta el producto pasa íntegro al productor o al artesano (...) son variados, tenemos desde salsas, licores, artesanías, cremas, productos de higiene, productos de miel, prácticamente el estado de Veracruz como ustedes saben, en sus 10 regiones es muy rico, nosotros tenemos líderes en producción de cítricos, de piña, de diferentes productos, mermeladas, conservas, hay muchos productos que se comercializan y que son elaborados en su mayoría por mujeres", puntualizó.

Carlos Espinoza dijo que los productos veracruzanos ya se exportan en toda la República Mexicana e incluso, han podido enviar mole xiqueño, "torito", guayaberas y otros productos, a ciudades de Estados Unidos y Canadá; todo a través de la página en linea de "Hecho en Veracruz".

Tan solo en los municipios de Veracruz y Xalapa se estima existen 200 personas agremiadas al proyecto "Hecho en Veracruz", el cual se aseguró sigue adhiriendo emprendedores y productores primarios de toda la entidad.

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