Agencia ID/Ciudad de México.- De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la diabetes es el tercer problema de salud pública más importante en el mundo, incluida la de tipo gestacional. Y según estimaciones de la Secretaría de Salud, una de cada 10 mujeres embarazadas en México desarrolla la enfermedad, lo que representa tasa mayor al promedio internacional.
En este sentido, estudios de seguimiento han demostrado que 70 por ciento de las mujeres experimentan de nuevo el trastorno en el siguiente embarazo, en tanto de 30 a 50 por ciento desarrolla diabetes tipo 2 en los 10 años posteriores al parto.
La diabetes gestacional se presenta en mujeres sanas, "quienes sufren cambios en la acción de la insulina a las 12 semanas del embarazo. Sin embargo, es alrededor a la semana 28 cuando se manifiesta una resistencia elevada a la insulina", refiere el ginecobstetra Marcelino Palacios Cid, egresado de la Facultad de Medicina de la UNAM y especializado en el Centro Médico Nacional Siglo XXI del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Si bien no se sabe a ciencia cierta la causa de la diabetes gestacional, "se sospecha que puede estar vinculada al incremento en la producción de hormonas de la placenta durante el periodo de desarrollo fetal, las cuales afectan o bloquean la producción de insulina, generando así una resistencia a su acción", comenta el especialista.
En consecuencia, la mujer se vuelve más susceptible a padecer enfermedades infecciosas y estados hipertensivos, con la probabilidad de presentar preeclampsia). A su vez, la placenta sufre lesiones y edemas que dificultan su función de intercambio materno-fetal.
"En cuanto a las complicaciones que podría tener el bebé, a diferencia de la diabetes tipo 1, la gestacional no suele causar defectos congénitos, pues éstos generalmente se originan durante el primer trimestre del embarazo, es decir, antes de la semana 13. No obstante, la resistencia a la insulina provocada por las hormonas que produce la placenta suele presentarse hasta la semana 20, por lo que el producto es vulnerable a diversos desequilibrios químicos y dos problemas mayores: macrosomía e hipoglucemia", advierte el doctos Palacios Cid.
La macrosomía se refiere a un bebé de mayor tamaño, pues todos los nutrientes que recibe cuando está en el útero los obtiene de la sangre de la madre, líquido que contiene demasiada glucosa. Lo anterior es detectado por el páncreas del feto y en respuesta produce más insulina en un esfuerzo por usar el azúcar, cuyo excedente es convertido en grasa.
Al nacer, el bebé tiene niveles elevados de insulina y como ya no recibe el aporte de glucosa de la madre, presenta descenso en los niveles de azúcar, es decir, hipoglucemia.
De ahí la importancia de la atención en mujeres con riesgo, misma que debe incluir la medición de niveles de glucosa sanguínea y la indicación de dieta adecuada y controlada. "Si bien no existe consenso respecto al tipo de alimentación y cantidad de calorías adecuadas para las pacientes, el control dietético debe estar orientado y supervisado por el nutriólogo; aunque se recomienda el consumo de 35 a 40 por ciento de carbohidratos al día", señala el ginecobstetra.
Además, se recomienda la práctica de ejercicio en forma regular, ya que esto mejora el control de la glucosa. De acuerdo con el especialista, el tratamiento se complementa con la aplicación de insulina ultrarrápida y ultralenta debido a que proveen mejor control porque simulan efecto parecido al fisiológico.
"La terapia con antidiabéticos orales no es apta, ya que estos medicamentos tienen la capacidad de cruzar la placenta y mantener al feto en hipoglucemia durante periodos largos, lo que lleva a trastornos en el crecimiento", agrega.