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SURSUM CORDA. Un pueblo dividido de repente se une en torno a la Virgen de Guadalupe

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SURSUM CORDA

Un pueblo dividido de pronto se une en torno a la Virgen de Guadalupe

Pbro. José Juan Sánchez Jácome

Estos días en los que se siente por doquier la presencia de María reconocemos la inmensa bendición de formar parte de un pueblo profundamente mariano. No es sólo la esperanza que se tiene en María Santísima, sino también el inmenso cariño que se expresa a la Madre del Salvador.
Nuestro pueblo se desborda en atenciones hacia Ella y llega a manifestar, de manera emotiva y cálida, el amor a la Dulce Señora del Cielo. Esta impronta mariana nos viene especialmente de San Rafael Guízar Valencia y de la generación de laicos, familias, religiosas y sacerdotes que él formó, durante diecinueve años de pastoreo por tierras veracruzanas.
Eran tiempos muy convulsos por la pobreza y las consecuencias de la revolución, así como por la persecución religiosa que lo mantuvo varios años fuera de su diócesis, aunque demostró su celo por las almas al no dejar de hacerse presente, en medio de los peligros y amenazas, y al infundir esperanza a través de la Santísima Virgen María.
Se trata, por tanto, de una devoción que viene de muy lejos y que ha marcado la ruta pastoral de nuestros obispos, quienes han escuchado el clamor mariano de este pueblo, como en el Concilio de Éfeso (año 431) cuando los fieles se congregaron a ambos lados de la puerta de la basílica donde se reunían los obispos, para gritar: «¡Madre de Dios!»
Los fieles, al pedir que se definiera oficialmente este título mariano, demostraban reconocer ya la divina maternidad. Es la actitud espontánea y sincera de los hijos que conocen bien a su madre porque la aman con inmensa ternura.
Como san Rafael Guízar Valencia, también el Cardenal Sergio Obeso Rivera fue un obispo mariano. Habiéndose consolidado como una persona culta y erudita, tuvo la sencillez de dejarse instruir por el pueblo de Dios que lo formó también como una persona devota de la Virgen María.
En su persona llegaron a conjugarse preparación y piedad mariana, erudición y devoción guadalupana. Por eso, siempre tenía palabras para provocar la admiración y encender en el amor a la Madre de Jesús, cada vez que predicaba sobre Ella en la catequesis y en la liturgia, o cuando disertaba sobre María en actos académicos.
Su devoción iba más allá de la piedad y el fervor que visiblemente manifestaba, llevándolo a la investigación y a la lectura del misterio mariano y, especialmente, del fenómeno guadalupano.
El Cardenal Obeso era un pastor que jamás dejaba de acudir al encuentro con los pobres en la sierra de Zongolica, en la región cañera, en la zona fabril, en la costa veracruzana y en diversas comunidades rurales de lo que era en su tiempo la arquidiócesis de Xalapa.
Los sacerdotes mayores recuerdan su espíritu paulino y sus recorridos casi olímpicos al hacerse presente por la mañana en la Sierra de Zongolica y por la tarde en las comunidades apartadas de Altotonga; o, atendiendo compromisos académicos y culturales en México y después catequizando y celebrando en las diversas comunidades.
Así como recorría toda su diócesis, tenía la capacidad de hacerse presente en foros culturales de debate en México y fuera de nuestro país, para exponer de manera calificada los diversos temas de la fe y el hecho guadalupano. Particularmente me tocó escuchar su ponencia magistral en un foro de alta cultura que se organizó en la ciudad de México.
Respecto de su devoción mariana, quisiera referirme a una de sus últimas conferencias sobre el acontecimiento guadalupano. El P. Juan Beristain de los Santos organizó, en diciembre de 2018, en el Colegio México de Coatepec, un foro sobre la Virgen de Guadalupe con la participación del Cardenal Sergio Obeso Rivera.
Con la elegancia de su palabra citó con propiedad autores y personajes importantes, haciendo posible que el tema no perdiera interés por los aspectos académicos que regularmente se presentan en una reflexión como esta.
Para señalar la naturaleza religiosa de nuestros antepasados puso énfasis en la reflexión de Fray Toribio de Benavente, “Motolinía”: “Difícilmente se puede encontrar un pueblo tan aparejado para recibir la verdad del evangelio como el de estos naturales”.
Respecto de los cuestionamientos que sigue habiendo sobre la forma como se llevó a cabo la evangelización destacó que “los frailes fueron el orgullo del humanismo cristiano, pues no se puede abrazar la fe católica sin amar profundamente a la persona, sea quien sea, de cualquier color que sea su piel, ya que todos somos hermanos. Esta es la fe que traían los primeros frailes”.
Citó el caso de Fray Bartolomé de Olmedo que cuando Hernán Cortés reaccionó furioso para intentar colocar una imagen, después de presenciar a la distancia un sacrifico humano en Cempoala, tuvo el valor de decirle: “Capitán así no se propaga la fe”.
Cortés acató las palabras del fraile porque en medio de todo era creyente, aunque el Cardenal Obeso recordó lo que se decía sobre él: “Hernán Cortés, extremeño, conquistador de México, oidor de misas y tan aficionado a las mujeres que más que por un cristiano se le tenía por un pagano”.
Después de poner el contexto histórico, subrayó cómo María está presente en el nacimiento de México como nación. “Lo que había a principios del siglo XVI eran distintas etnias dispersas en lo que actualmente es el territorio nacional. Pero de pronto, ante la presencia de María de Guadalupe, se unen para que se pueda hablar de México. Antes de estos acontecimientos no se podía hablar de México. La historia oficial nos hace hacer ver que México existía antes de la conquista, pero no es así, ni la palabra México existía”.
De esta forma, María de Guadalupe nos ha ido construyendo como nación. Ha habido tiempos en que México como nación está en peligro y en esos momentos siempre ha podido salir adelante por un elemento de unidad que es la presencia de María de Guadalupe.
Señalaba el Señor Cardenal: “No digo el culto porque la presencia de María de Guadalupe va desde un guadalupanismo profundo, sincero, perfectamente reconocido, a un guadalupanismo que es la aceptación de María de Guadalupe con otros sentimientos”.
Reconocía el Sr. Obeso que “María de Guadalupe está vinculada con México en el sentido religioso católico y en otros sentidos que difícilmente se pueden separar, lo cual nos da unidad, y que explica cómo en la historia azarosa de México y en los momentos delicados no hemos desaparecido por la presencia de la Guadalupana”.
Habrá que considerar sus palabras para que en medio de la polarización que vivimos no perdamos la esperanza de lograr la unidad, pues “formamos parte de un país profundamente dividido, pero llega un día en que todos coinciden en lo mismo, y nosotros los clérigos no tenemos que ver con todo lo que ocurre este día al manifestar el amor a María. No se explica como un pueblo dividido de pronto se une en torno a María. México es uno un día al año, el 12 de diciembre; se olvidan todas las diferencias para unirse en la manifestación del amor a la Virgen”.

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