turismo vision

A+ A A-

Sursum Corda. El credo navideño: no nos salvamos solos, necesitamos un Salvador

Rate this item
(0 votes)

SURSUM CORDA

El credo navideño: no nos salvamos solos, necesitamos un Salvador

Pbro. José Juan Sánchez Jácome

Se burla el hombre de hoy de los cristianos que esperamos y necesitamos un Salvador. Cuantas críticas, burlas y descalificaciones escuchamos simplemente por este hecho, pues la mentalidad actual rompe los vínculos y nos condiciona a vivir en la autosuficiencia. Viviendo con estos criterios, si cada quien puede resolver sus problemas y se basta a sí mismo, no necesitamos a nadie más, no dependemos de nadie más y no necesitamos un Salvador.
Va quedando la idea de que hay tanto dinero, progreso y recursos que nos bastan para ser felices, que eso es suficiente para alcanzar las metas que nos vamos poniendo en esta vida. Pero como nos ha dicho la palabra de Dios, uno despierta de ese sueño, es más despertamos de esa enajenación de pensar que no necesitamos de nadie, que cada quien se basta a sí mismo.
El despertar de este sueño es muy doloroso, porque no solo vemos limitaciones, sino que llegamos a constatar tanto sufrimiento y desesperanza que hay a nuestro alrededor.
Puede ser que a veces no lo reconozcamos abiertamente por orgullo o por la fama que queremos conservar, pero en nuestro interior llegamos a concebir la necesidad de un Salvador. Sí, necesitamos alguien que nos salve, que nos reconcilie, que toque nuestros corazones para que verdaderamente volvamos a vernos como hermanos.
Lo que hemos realizado, aún de buena fe, no ha sido suficiente y ahí están los resultados, las consecuencias y especialmente ahí está el dolor que constatamos por doquier y que en nuestros momentos de buena voluntad nos hacen mirar al cielo y concebir la necesidad de un Salvador.
Pero nos puede pasar como a la generación del tiempo de Jesús, a veces es tan grande el dolor y la desesperación que uno quisiera un Salvador aplastante, espectacular, que venga a cortar de tajo todos los sufrimientos e injusticias que llegan a lastimarnos en la vida.
La gente pobre del tiempo de Jesús, como los pastores y los que estaban relacionados con las Sagradas Escrituras, así esperaban un Salvador, un Mesías, que fuera más fuerte que el imperio romano, que hiciera temblar a esos poderosos gobernantes que en distintos momentos menciona el evangelio.
No es únicamente una necesidad profunda de la gente del tiempo de Jesús, anhelar un Salvador en estos términos, sino que sigue siendo nuestra propia necesidad, el anhelo que seguimos concibiendo. No lo decimos abiertamente, pero lo llegamos a imaginar: cómo se nos antoja un Dios aplastante que fuera más fuerte que la corrupción, que fuera más fuerte que el narcotráfico, que los tiranos, que el cáncer, que todas las enfermedades, un Dios más fuerte que todos los fracasos que se dan a pesar de la modernidad y del desarrollo.
Y cuando no llega un Dios así se tambalea la fe, y se buscan otras opciones porque sentimos que ese Dios al que hemos esperado e invocado no tiene el poder, en comparación con todos esos poderes que hay en este mundo y que provocan la miseria y el sufrimiento que hay a nuestro alrededor.
Esos pastores que esperaban a un Dios espectacular nos dan la pauta para que aceptemos la respuesta de Dios, porque uno pensaría: ¿para qué me sirve un niño, con tanta frustración, dolor y violencia? ¿cómo me puede defender un niño? ¿de qué manera puede enfrentar a los poderes que amenazan y provocan miedo en estos tiempos? Se nos puede hacer muy poquita cosa la respuesta de Dios, el Salvador que envía, considerándolo muy por debajo de las expectativas del hombre moderno.
Pero ahí está la fe de los pastores que nos estimula a darnos cuenta que el Salvador que necesitamos no es alguien que venga de manera espectacular, como vienen los tiramos de este mundo; no es alguien que venga desplegando todo su poder, como sucede en las realidades temporales, sino que necesitamos de un Salvador que, para cambiar el mundo y las cosas que a nosotros nos preocupan tanto, comience conquistando nuestro corazón.
Dice el papa Francisco: “Dios nació niño para alentarnos a cuidar de los demás. Su llanto tierno nos hace comprender lo inútiles que son nuestros muchos caprichos. Su amor indefenso, que nos desarma, nos recuerda que el tiempo que tenemos no es para autocompadecernos, sino para consolar las lágrimas de los que sufren”.
Por lo tanto, necesitamos un Salvador que primero nos salve de nosotros mismos antes de que nos pueda salvar de todas esos peligros y adversidades que no podemos negar. Esa es la pedagogía de Dios que ahora nosotros tratamos una vez más de aceptar en un tiempo especial como éste.
Un Salvador que comience primero salvándonos de nosotros mismos, que nos salve de nuestra soberbia, de nuestro mal carácter, de nuestra avaricia, de nuestra propia corrupción, de nuestra propia mentira, de nuestra indiferencia, que nos salve de todo lo que no nos permite vivir en paz con nuestros semejantes.
Así tenemos que vivir la Navidad. Yo, por lo menos, delante de ustedes confieso y acepto que necesito un Salvador; yo no puedo solo, yo no me salvo solo, yo no invento los criterios de mi vida que tengan la capacidad de llegar al corazón para darle sentido a mi vida.
En un tiempo como este y como un credo navideño podemos reconocer que necesitamos a un Salvador y cada quien puede considerar por qué necesita a un Salvador, qué cosas no se han resuelto en su vida, qué pendientes todavía hay en la vida de cada uno de ustedes, qué situaciones incluso con la mejor de las voluntades y con todos los recursos de este mundo no han podido superar.
Un Salvador que trabaja de otra manera, que penetra nuestro corazón y que, a través de una mirada, de un acto de contemplación, es capaz de conmover el corazón. A diferencia de otros misterios de la fe, la Navidad es de esos misterios que se comprenden más con la mirada que con una explicación, es de esos misterios que profundiza uno más con el canto y la alabanza que con las palabras que podamos expresar.
Aceptando que necesitamos un Salvador y precisamente éste que Dios envía, no como los que a veces fantasiosamente concebimos de acuerdo a los criterios del mundo, que no nos falte en medio del ruido y los festejos momentos de silencio y de contemplación.
A través de la mirada Dios nos puede decir tanto. Este niño calla como un recién nacido, pero nos dice tanto con su mirada. Y basta que con una mirada tratemos de penetrar en el misterio de Dios para volver a sentirnos especialmente amados de parte de Dios.

Prevencion trata de personas en Veracruz

Buscador

Ordenamiento vehicular 2024

Armonia Divina

 

Directorio

Directora General:

Lic. Rocío Rivera Méndez

 

Asesora Jurídica:

Mtra. Monserrat Minerva Cobos

 

Fotografía:

nuestroenfoque.mx

 

Webmaster:

veranet.com.mx

 

Para contactarnos:

redaccion@veracruzinforma.com.mx o al cel 2291-275227

External links are provided for reference purposes. The World News II is not responsible for the content of external Internet sites.
Template Design © Joomla Templates | GavickPro. All rights reserved.