SURSUM CORDA
Ha comenzado un año nuevo, pero si no has comenzado una vida nueva permaneces en el año viejo
Pbro. José Juan Sánchez Jácome
La convivencia que se ha dado con la familia y los amigos durante estas fiestas de la fe que hemos celebrado, así como los encuentros que hemos tenido con la palabra de Dios nos ayudan a iniciar este nuevo año motivados y fortalecidos, aun siendo conscientes de las dificultades que nos podemos encontrar.
Dios nos ha regalado tanto a través de la palabra que se ha proclamado y de este caminar en la fe, que recapitulando lo que hemos vivido se nos vienen de golpe tantas enseñanzas que tocan el corazón y nos hacen reaccionar, aunque delante de las cuales reconocemos que nos falta tiempo para llegar a asimilar toda la riqueza que contienen.
Habiendo entrado en la gruta de Belén y teniendo la oportunidad de contemplar muy de cerca a María, al Niño y a San José volvemos a conmovernos y agradecer por lo que Dios ha hecho por nosotros. ¡Cuánto nos ha dado el Señor! ¡De qué manera ha intervenido en nuestra vida! No podemos olvidar y dejar de valorar todo lo que el amor de Dios ha hecho por nosotros.
Sin embargo, al tiempo que reconocemos lo que el amor de Dios ha hecho por nosotros también constatamos nuestro descuido y la forma como se nos olvidan las cosas de Dios con el paso del tiempo, al dejarnos atrapar por el activismo y las tensiones de cada día.
Al final, este frenético ritmo de vida que llevamos, el materialismo que nos envuelve y la mentalidad moderna van afectando nuestra sensibilidad religiosa y la visión de fe que nos dan las cosas de Dios. Nos vamos cerrando a la verdad del evangelio, quedándonos con lo más fácil y menos exigente de la vida.
En este caso, qué triste constatar que nada nos acomoda, que nada aceptamos, que a todo le ponemos peros. Nos ponemos en un plan estricto y no nos convencen las evidencias y los argumentos, ya que tenemos nuestro propio criterio y estilo de vida. Cuántas veces nos cerramos a la verdad y no nos abrimos al plan de Dios para nosotros.
Esta enseñanza nos viene de uno de los encuentros que tuvimos con la palabra. Jesús mismo se refiere a esta situación cuando rechazamos sus enseñanzas, cuando a todo le ponemos pretextos, porque vino Juan Bautista que hablaba de la penitencia e invitaba a la reconciliación sincera y lo criticaron, lo tacharon de ser extremista y de tener un demonio.
Y viene el Hijo del hombre que, a diferencia de Juan, hablaba de la alegría, que se acercaba a los pobres, prostitutas y a los pecadores para que se dieran cuenta que Dios no desprecia a nadie, y dijeron que el Hijo del hombre es un glotón, borracho, amigo de publicanos y pecadores.
No nos acomoda nada. Cuando se trata de aceptar los criterios para nuestra salvación los rechazamos y tenemos la insolencia de inventar nuestros propios criterios o de fabricar nuestros propios caminos. Eso ha pasado con las sectas y nos puede pasar a la comunidad cristiana.
Ahí tenemos la Biblia, ahí están las huellas que Dios ha dejado para que las sigamos, ahí tenemos los sacramentos. Pero de repente llega alguien que no le gustan esas huellas y juzga que este camino es anticuado y que tenemos que cambiar las cosas y renovarnos de acuerdo a los criterios de la modernidad.
De esta forma, entramos en la insolencia, soberbia y rebeldía al desconocer el camino del Señor. Ese es muchas veces el drama de algunos grupos religiosos que borran las huellas de Dios e inventan sus propios caminos, sensacionalistas, espectaculares y menos exigentes, que pueden llamar poderosamente la atención por la inmediatez de las respuestas. Es como si opacaran y escondieran el misterio de la cruz, el misterio de la encarnación, el misterio del sufrimiento, para quedarse con un aspecto emotivo y sensacionalista.
Habrá que dejar que llegue a nuestra vida el mensaje de Jesús y reconozcamos las huellas que Dios ya ha dejado, para no caer en la insolencia de esta generación.
Por eso, a partir de todo lo que hemos vivido y reflexionado durante estas fiestas cabe preguntarse: ¿Qué más tiene que hacer Dios para que nos convenzamos y lo aceptemos? Se encarnó, vino y nació como nosotros, vivió de manera pobre, nos anunció con su palabra y testimonio de vida el mensaje de Dios. Y, no obstante todo esto que hubiera bastado para nuestra conversión, también entregó su vida por nosotros. Dios entregando a su Hijo para el rescate de la humanidad, para vencer el poder del pecado y de la muerte.
Qué más tiene que hacer Dios, cuando ya lo hizo todo, cuando ya se desprendió hasta de su propio Hijo, para que nos convenzamos y respondamos con gratitud a todo lo que ha hecho por nosotros.
El ejemplo de María, san José, los pastores, San Juan Diego y de tantos hombres y mujeres que han aparecido en nuestro camino de fe nos hace ver cómo a través de la humildad y la gratitud han reconocido lo que el amor de Dios ha hecho por nosotros.
Jesús se refiere a los soberbios y engreídos, a los que no les acomoda nada, a los que siempre tienen algo que criticar de los planes de Dios. Y, por otro lado, tenemos el ejemplo de estas personas humildes y bondadosas a través de las cuales nos ha llegado la presencia de Dios y las huellas que Dios ha dejado para recorrerlas.
En el caso de San Juan Diego, no tenía mucho tiempo que el evangelio había llegado a su vida y ya era una persona ejemplar, que había encarnado en su corazón el evangelio del Señor, lo cual lo demuestra en la obediencia, en el cariño a la Virgen y en la solicitud para ir a cumplir el encargo de María.
Que en este nuevo año no nos dejemos robar la alegría y la esperanza que ha traído el nacimiento de nuestro Salvador. Y que después de haber contemplado en el Niño Jesús lo que el amor de Dios ha hecho por nosotros, no dejemos de agradecer a Dios por toda su bondad. Así lo sugieren estos versos: «Señor de los minutos, / intensa compañía. / Gracias por los instantes / que lo eterno nos hilan».
Habrá que decirle al Señor: Que a lo largo de este año nuevo no me aleje de ti. Que sepa encontrarte en mis sufrimientos y mis alegrías. Entonces tal vez cambiaré. Será verdaderamente un año nuevo, pues como dice Angelo Silesio: “Ha comenzado un año nuevo, pero si no has comenzado una vida nueva permaneces en el año viejo”.