Crónicas urgentes
Las aguas calmas del ojo del huracán
Claudia Constantino
Para tranquilidad de los que comenzamos a temer que Javier Duarte de Ochoa saliera pronto de prisión, hay indicios de que no será así. Comienza a disiparse el temor de que tras su risa y cinismo, ocultase una inconfesable negociación con el más alto círculo del poder. “La burra no era arisca, los palos la volvieron”, reza el refrán popular, y en México se ha visto tanta impunidad, tanta complicidad y descaro, que ante estos casos se espera lo peor.
Y es que no importa que un juez federal haya suspendido las dos órdenes de aprehensión emitidas por un juez del fuero común, lo que veremos a continuación es cómo se le vincula a proceso, y el 26 de julio, cómo se le niega el amparo que ha solicitado.
En los altos círculos priístas se sabe que nadie quiere hablar con él. Que quisieran borrarlo. Ya el senador por Veracruz, Héctor Yunes ha salido a decir que “Javier Duarte representa lo que no puede repetirse”. El sistema anti corrupción anunciado con bombo y platillos por Enrique Peña Nieto ha arrancado el día de hoy, lentamente, con retrasos y fallas en 25 de los 32 estados de la República.
Después de todo, parece que a Javier Duarte lo apresaron para hacerlo pagar ejemplarmente por todos los actos de corrupción cometidos en la presente administración federal. Y no son pocos. Los mismos priístas esperan que le sea aplicado todo el peso de la ley.
El próximo año son las elecciones federales. Según la prospectiva electoral, de aquí a entonces no hay modo de que Javier Duarte salga libre, ni que lo confinen a una institución psiquiátrica o le den trato especial en alguna cárcel capitalina. El propio Miguel Ángel Mancera, en persona, ha salido a decir que no recibirá ningún privilegio. El ex gobernador veracruzano es hoy, el malo al que todos quieren castigar.
Se habla de traiciones. La principal, la de Karime Macías, dispuesta, dicen, a negociar con el propio Miguel Ángel Yunes. Pero la PGR se le adelantó, sacando de la jugada al actual gobernador de Veracruz, que por más que se quiera vincular con el caso, nada ha tenido que ver con la detención del ex gobernador. Sólo por la participación, ya muy criticada, de su fiscal balín que sólo los puso en ridículo ante el sistema jurídico mexicano.
Dicen los que sí saben de leyes, que la situación del gobernador más odiado del que se tenga memoria, dependerá en suma de los recovecos jurídicos. De la solidez de las acusaciones, de los desahogos de pruebas y demás procedimientos. Lo que sí es seguro, es que Javier Duarte no verá la calle en mucho tiempo y seguirá privado de su libertad, como privó a tantos veracruzanos de lo que por derecho les correspondía.
Sin embargo, conviene voltear los reflectores a otros temas importantes y urgentes. El caso Duarte ha sido un gran distractor. Pero los temas prioritarios siguen esperando a ser atendidos. Excelente que un caso tan grave de corrupción sea al fin resuelto con justicia. Que un hombre con tantos yerros encare las consecuencias de sus perversos actos. Pero hay mucho más por hacer, de qué hablar y ocuparse.
En el ojo de este huracán, quedan las aguas calmas de un PRI que en Veracruz navega dirigido por Renato Alarcón que ahí se va a quedar hasta el año próximo, el senador José Francisco Yunes, recorre todo el estado, mientras al actual gobernador no le salen para nada bien las cosas. Las que no tienen que ver con Javier Duarte, y que son tantas.
En el PRI nacional, la decisión de quién será el candidato a la presidencia, ya está tomada. Los cambios vienen por estos días. Se reagrupan, hacen cálculos y se encaminan a la madre de todas las batallas electorales: La de 2018. En los meses por venir, veremos a todos los alfiles del tablero de ajedrez que es la política mexicana, tomar sus lugares. Comienzan las estrategias y los cuidadosos movimientos.
Es un hecho que para Javier Duarte, la luz del reflector se apagará, quedará a la sombra. Un nuevo juego viene. Ahí son otras fuerzas, otros intereses y otros tiempos. El PRI dice que conservará la presidencia. Que recuperará Veracruz, por demás importante en la elección 2018. Un Andrés Manuel López Obrador algo desgastado, sigue haciendo su camino. Un PAN tratando de aliarse con el PRD jura que volverá a Los Pinos. Los ciudadanos, de espectadores. Simples espectadores. Pero si acaso los ciudadanos fuesen el huracán, ellos decidirían dónde está el ojo y para quién son las aguas calmas. El tiempo se acerca. Todos de nuevo a las urnas.
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