Prosa aprisa
Descolonizarnos de la Federación
Arturo Reyes Isidoro
www.referente.com.mx
Por supuesto, Dios me libre de ello, no soy todólogo ni aspiro a serlo. Comparto y me atengo a algo que dice Octavio Paz en el prólogo (“La mirada anterior”) que escribió para el libro Las enseñanzas de don Juan de Carlos Castaneda, que recientemente citó Renato Alarcón en su mensaje recordatorio de la memoria de don Fernando Gutiérrez Barrios, un libro que en vida el llamado “Hombre leyenda” le recomendó que leyera: “La verdadera defensa de la obra consiste en irritar y seducir la atención del lector con un texto que pueda leerse de muchas maneras”.
La columna de ayer en la que comenté la propuesta del diputado independiente Gerardo Buganza Salmerón de que Veracruz se descoordine fiscalmente de la Federación, despertó diversas reacciones y comentarios. Di mi punto de vista periodístico, si se quiere, además con una lectura política. Pero un especialista financiero y economista, el doctor Arturo Francisco Gutiérrez Góngora, académico de la Universidad Veracruzana, ex funcionario federal y estatal, ex asesor financiero de gobiernos como el de Quintana Roo, escribió un artículo que se publicó en el portal referente.com.mx, en el que abordó el tema desde su óptica, el de todo un experto, y que lo transcribo porque creo que contribuye a un debate que considero necesario plantear. Dice al respecto:
“La coordinación fiscal nace en México con el fin básico de evitar la doble tributación, esto es, que un solo nivel de gobierno, en este caso el federal, sea el que establezca los impuestos universales y distribuya entre los gobiernos locales los recursos que ‘en teoría’ deben corresponder a cada uno de ellos.
Así, la Federación diseña los impuestos a la renta (ISR) y al valor agregado (IVA), entre otros, los administra y los fiscaliza; para ello creó el Sistema de Administración Tributaria (SAT).
La distribución entre los estados de la recaudación de esos ingresos se realiza a través de ‘participaciones’ y ‘aportaciones’, los cuales financian el gasto de cada gobierno local, destinando el recurso al fin específico que establecen las leyes.
La Constitución de nuestro país permite que cada estado establezca los impuestos que considere necesarios, por lo que descoordinarse es posible; sin embargo la misma Constitución reserva algunos bienes para que sean gravados exclusivamente por la Federación, como es el caso de la energía eléctrica, producción y consumo de tabacos labrados; gasolina y otros productos derivados del petróleo; cerillos y fósforos; aguamiel y productos de su fermentación; y explotación forestal y producción y consumo de cerveza. Las entidades federativas participamos de la recaudación de los impuestos a estos bienes pero estamos impedidos a gravarlos. Romper el pacto fiscal no nos dará acceso a esos recursos.
Romper el pacto federal también lleva a considerar el establecimiento de medidas que llevan un importante costo. Tendremos que contar con un sistema de administración de los ‘impuestos veracruzanos’ que serán aprobados por el Congreso local, y el diseño de los mismos no es menor. ¿Cómo tratar las compras foráneas de insumos para los empresarios veracruzanos? ¿Serán deducibles? ¿Si vivo en Ciudad Mendoza y trabajo en Puebla, pagaré impuestos adicionales por la residencia en este Estado? ¿Me permitirán acreditar los que me retiene mi patrón en Puebla? ¿Cambiaremos el mecanismo de acreditación en el IVA para que no se acrediten las compras en el ‘extranjero’, esto es, fuera de Veracruz? ¿O estableceremos mejor un impuesto local al consumo final como el que existe en el vecino país? ¿Nos olvidamos de gravar el petróleo o ponemos un impuesto al extractor del mismo con un impuesto adicional al que cobra la Federación, pasando por encima de la Constitución? Pero hay algo más grave que el diseño de la política y administración de los impuestos.
Resulta que Veracruz ha venido aportando a la producción nacional, al PIB, entre 4 y 5 por ciento del total. A cambio, la Federación ha aportado más del 6 por ciento del total de recursos distribuidos a nuestra entidad.
El último estudio publicado por el INEGI sobre el Producto Interno Bruto de las Entidades Federativas se encuentra a disposición del público en general y señala que Veracruz aportaba 4.6 por ciento de la producción al total nacional, es decir participaba con el 4.6 por ciento del Producto Interno Bruto (http://internet.contenidos.inegi.org.mx/contenidos/Productos/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/historicos/2104/702825169008/702825169008_2.pdf.)
En septiembre de este año, la Federación distribuyó entre las entidades federativas 53.9 miles de millones de pesos por concepto de participaciones y 52.1 miles de millones de pesos por concepto de aportaciones, lo que significa 106 miles de millones de pesos.
A Veracruz le tocaron 3,750.6 millones de pesos por aportaciones y 2,902.2 millones de pesos por concepto de participaciones, es decir, 6,652.8 millones de pesos, lo que significa 6.3 por ciento del total, porcentaje, por mucho, superior al que se aporta en el PIB.
Incrementar los recursos para igualarlos a los ahora obtenidos será, sin duda, gran reto a los administradores de los impuestos veracruzanos.
Con base a la información aquí presentada, la idea de romper el pacto fiscal y revertir la coordinación me parece una propuesta al vapor y sin un fundamento sólido. Espero la publicación de la investigación que me desmienta”.
Lo dice un economista y experto y por eso lo consigno. La propuesta de Gerardo Buganza, más allá de filias y fobias sobre su persona, me sigue pareciendo interesante. Independientemente de lo que dice Gutiérrez Góngora, ¿debemos conformarnos y seguir manteniendo el estado de cosas tal cual hoy?
El mundo ha cambiado. La reciente elección de Donald Trump nos envió un mensaje muy claro: las sociedades también han cambiado. Veracruz, en el siglo pasado, tuvo una época señera. Éramos ejemplo. Nuestra Facultad de Derecho de la Universidad Veracruzana tuvo mucho prestigio continental. Nuestra clase política era puesta como ejemplo y a Veracruz los políticos de todo el país querían venir para graduarse en política. ¿Por qué no intentar, pues, recuperar ese papel?
El experto dice que la propuesta del cordobés fue echa al vapor y sin fundamento sólido. Pero no dice que no sea viable. Esto es, ¿por qué no intentar un cambio, así sea a largo plazo, y adaptar la coordinación a que obliga el pacto federal a la nueva realidad? No debemos seguir dependiendo más en lo económico de lo que determine el poder central. Que intentarlo es complejo, sí, pero ¿debemos ser deterministas y dar por sentado que así debemos quedarnos para siempre cuando la realidad ya cambió?
Durante su precampaña, en su campaña y ya como gobernador electo, he escuchado a Miguel Ángel Yunes Linares ofrecer un cambio, para poner orden, para corregir muchas cosas, pero también para sentar las bases de un nuevo Veracruz de cara al futuro. Por iniciativa suya o por iniciativas como la de Buganza debe dar el primer paso, en firme, para iniciar la revolución pacífica y silenciosa que nos descolonice de la Federación.
El sistema político que nos rigió está totalmente agotado, ya no responde, porque ya no sirve, a las exigencias de la sociedad y de la nueva realidad. Si Miguel es inteligente, como creo que lo es, si tiene visión de futuro, como creo que la tiene, deberá poner su empeño en comenzar la tarea, que ciertamente no luce como una obra material de relumbrón, pero que a la larga lo puede hacer trascender como quien inició en el país el cambio en la relación Estados-Federación.
Pero la reflexión y las posturas, ahí quedan. Los veracruzanos debemos sumarnos al debate, dar nuestras razones y determinar lo que más nos convenga. No debemos mantenernos pasivos. Finalmente, lo que se haga o deje de hacer repercutirá en nuestra vida diaria, en todos nosotros. Acabemos con lo que Vargas Llosa llamó la “dictadura perfecta”, con lo que Enrique Krauze calificó de la “presidencia imperial”. El cambio, la revolución, debe empezar en Veracruz. Buganza ya dio la pauta. Miguel Ángel Yunes Linares tiene ahora la palabra.