Prosa aprisa
“Licenciados” (“abogados”) cachirules
Arturo Reyes Isidoro
¿Cuántos “licenciados” (creo que, salvo algunas excepciones, en Derecho) que hay en el estado, sobre todo ya adultos tirándole a adultos mayores, o sea, se supone que “respetables” o de “prestigio”, son cachirules?
Me enfocó más en los “maduros” o “maduritos” porque creo, y deseo y espero que así sea, los licenciados abogados jóvenes no solo han cursado su carrera en forma satisfactoria, sino que, además, se han titulado con trabajos verdaderamente suyos, originales y, sería lo mejor, hasta novedosos.
Como creo que casi todo México he seguido a detalle el caso de la ya casi tristemente célebre señora Yazmín Esquivel Mossa, flamante ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación propuesta por el presidente López Obrador para presidirla, quien no solo plagió su tesis de licenciatura sino también de doctorado.
El suyo, estoy seguro, es uno entre muchos en todo México, incluido, triste y vergonzosamente, Xalapa, en donde por muchos años estuvo la única escuela en la materia, de la Universidad Veracruzana.
A inicios de los años setenta del siglo pasado, muy joven yo, como reportero del Diario de Xalapa, me tocó reportear los desmanes que cometían los entonces “estudiantes” (verdaderos porros) de la Facultad de Derecho, solapados no solo por las autoridades universitarias sino del propio Gobierno del Estado.
Llegaba a tanto su fuerza y su impunidad que tenían asolada a la ciudad entera, pues el gobierno los consentía y les permitía todo porque cuando los necesitaba los utilizaba. No respetaban a niños ni a mujeres ni a adultos mayores ni a humildes vendedores ni a comercios establecidos; a nadie y nada.
Con el pretexto de las elecciones de las mesas directivas se enfrentaban y las primeras víctimas eran las autoridades de la escuela y los maestros, a los que agredían a golpes y garrote en mano, incluso portando armas de fuego. Era común que salieran y a garrotazos dañaran los vehículos estacionados afuera o en donde los encontraran a su paso.
Pero si no era por las mesas directivas buscaban y hallaban cualquier pretexto para delinquir. Fui muchas veces testigo de cómo secuestraban un camión urbano y a bordo de él salían a sembrar el terror por toda la ciudad. A su paso saqueaban comercios, a vendedores de dulces, de hot dogs, de helados, etc., los golpeaban y les quitaban su mercancía.
No eran molestados. Los ciudadanos de entonces, impotentes, veían y en lugar de protestar buscaban ponerse a salvo. Fue en esa época cuando muchos comercios pusieron rejas metálicas a sus negocios, que todavía existen, medida que todavía muchos comercios practican.
Pero por mi amistad con muchos de aquellos maestros, porque casi todos se hicieron amigos míos, me enteré, supe lo peor: que muchas veces, luego de que tomaban la Facultad con personal administrativo y maestros adentro, cuando por fin la entregaban, ¡salían hechos licenciados en Derecho, con documentos en mano!
¿Qué pasaba? Qué vándalos como eran, armados de garrotes y/o con armas, hacían que el personal administrativo les entregara su kardex, aquel sistema en el que tenían su registro como alumnos, y luego les ordenaban que los llenaran con sus calificaciones y que les hicieran actas de que habían aprobado las materias, entonces iban con los maestros y el director y los obligaban a que firmaran todo.
Por alguna razón que no recuerdo, me acuerdo a veces de un socorrista de la Cruz Roja, al que conocí por algunos maestros, que un buen día se nos apareció ya como “licenciado”, pero no fue el único. Hubo otros porros famosos, golpeadores profesionales, que también de la noche a la mañana se convirtieron en “licenciados” y con su “título” medraban a costa del gobierno.
Entonces se hizo famosa una frase en Xalapa: que todos eran “licenciados” mientras no demostraran un modo honesto de vivir. Y la palabra “licenciado” se convirtió en sinónimo de persona despreciable, deshonesta, en la que se no se podía confiar.
La permisividad de las autoridades universitarias y del gobierno dañó en forma grave la imagen y el prestigio de nuestra querida universidad, aunado a que entonces, para poder ingresar como alumno era necesario, forzoso y obligado tener influencias, “palancas”, de tal forma que solo entraban los recomendados, así rebuznaran, mientras que los buenos estudiantes, muchas veces o casi siempre de familias humildes, se quedaban afuera y cancelaban su futuro profesional.
Llegó a tanto aquello hasta que, por fin, un día, ya no se pudo más, cuando la empresa Coca Cola empezó a solicitar personal para trabajar, pero la única condición que puso fue que no fuera egresados de la UV, por el bajísimo nivel que tenían, medida que luego secundaron otras empresas más.
Fue Dante Delgado quien como gobernador puso remedio final: fue él quien prohibió de manera estricta, sin excepción, que no ingresara nadie que no aprobara un examen riguroso; no más recomendados, dijo, y menos porros y golpeadores. Y lo cumplió. Recuerdo que un periodista del puerto vino a verlo un día porque una sobrina suya no había aprobado el examen de ingreso y le pedía que la recomendara. Le dijo que no, aunque le entregó una beca para que su sobrina se fuera a estudiar a Puebla.
Pero en el camino quedaron sembrados muchos “licenciados” de aquellos que hoy incluso se ostentan como respetados dirigentes de barras o colegios de abogados, pero que no pasarían la prueba del ácido como no la pasa la ministra “licenciada” y “doctora” Yazmín Esquivel Mossa.
(No me aguanto las ganas de comentar que cuando el famoso destape de Manuel Carbonell de la Hoz, sintiéndose protegidos por este, una noche, uno de estos “respetados” de ahora se metió casi por la fuerza junto con un grupo de porros a la redacción del Diario de Xalapa y me quiso golpear solo porque no había querido yo abrirles la puerta, porque así me lo había ordenado que no lo hiciera el entonces director y propietario Rubén Pabello Acosta.)
Pero ya muchos después, en Xalapa y en todo Veracruz supimos de muchos funcionarios que estando en funciones hicieron “licenciaturas” o “maestrías” o “doctorados” en escuelas patito de otros estados, en las que pagaron estratosféricas cantidades para que les dieran su “título” (lo compraron). Los formatos de “tarea” que les daban para taparle el ojo al macho se las llenaban sus empleados y nunca se supo si en realidad defendieron su “tesis” ante un jurado e incluso si es que la hicieron y la presentaron.
A Yazmín Esquivel la estaba proponiendo el presidente López Obrador (de hecho) ¡para que presidiera la Corte! ¡Del máximo tribunal de justicia del país! ¡Carajo! Pero en muchas dependencias, seguro, hay muchos cachirules. Hemos sido testigos como AMLO ha nombrado para importantes cargos a personas que se ostentan con algún título, aunque lo único que han hecho ha sido ir abriéndole paso a la camioneta en la viaja.
Pobre México. Por esto está como está.