Prosa aprisa
Veracruz podría quedar condenado a sufrir otros 86 años con un mismo partido
Arturo Reyes Isidoro
A partir de este jueves, estamos a solo cuatro días de que Morena, el partido del gobierno y en el gobierno, anuncie quién será su candidato o candidata a gobernador.
El suyo es un proceso interno de selección inédito por cuanto a que por primera vez Veracruz podría tener una candidata del partido ahora hegemónico.
Observador directo de la vida pública del estado como periodista por más de 53 años, no puedo dejar de hacer consideraciones sobre la evolución política que ha habido y cómo los veracruzanos dejaron y permitieron que se llegara al actual estado de cosas.
Orgulloso de su raíz, de su historia, de su cultura, de sus tradiciones, el pueblo de Veracruz estaría en la antesala de ser gobernado no solo por una mujer sino además zacatecana, no nativa del territorio estatal.
Cuando esto sucede no me queda ya ninguna duda que quedó sepultada para siempre aquella famosa, admirada y envidiada clase política veracruzana, que todos querían imitar y que hizo escuela en la vida pública y política del país.
Recuerdo, por ejemplo, cómo cuando el PRI tenía el poder que ahora tiene Morena, políticos de todo el país se peleaban por venir como delegados. Querían aprender de los veracruzanos, era fama que los de aquí eran los mejores.
Adolfo Ruiz Cortines y Miguel Alemán Valdés, que llegaron a ser presidentes de México, y muchos años más tarde Jesús Reyes Heroles, prestigiaron la política veracruzana y a la veracruzana.
Cuando la Revolución se bajó del caballo y se hizo institución, Veracruz ahí estaba con su historia, que enriquecieron figuras como Juárez o como Carranza a su paso por el puerto, por citar a solo dos emblemáticos.
¿Cuándo empezó el quiebre que llevó casi al borde de la extinción al PRI, la imagen y representación de toda esa herencia de veracruzanos valiosos que supieron mantener no solo la estabilidad política, sino que forjaron el progreso que benefició a un pueblo trabajador y alegre?
Imposible fijar un día preciso y una hora exacta, pero sí se puede citar un referente. Al menos tengo mi propia versión, además porque por 30 años fui actor indirecto desde el manejo de áreas de prensa oficial.
Hasta el gobierno de Miguel Alemán Velasco Veracruz no entraba en estado de descomposición. Todo comenzó con el gobierno populista de Fidel Herrera Beltrán y su ambición política de pretender llegar a la Presidencia de México.
Para esa intención no reparó en gastos. Ahí estuvo la clave. Apenas 23 días después de que Fidel dejó el gobierno, la entonces presidenta de la Comisión de Hacienda del Congreso local, Karime Aguilera Guzmán, le declaró a Regina Martínez que había dejado una deuda de 25 mil millones de pesos (Proceso, 23.12.2010), revelación que enfureció al gobernador entrante Javier Duarte, quien le ordenó que se retractara públicamente, pero el dato ya había quedado consignado.
Duarte no solo no hizo nada por contener esa deuda, sino que la incrementó al nivel en que hoy la tiene el gobierno de Cuitláhuac García Jiménez, pero además permitió, propiciada por su propia conducta, que prácticamente todos sus colaboradores le metieran las dos manos al cajón, se enriquecieran a la vista de todos y llevaran las finanzas del gobierno y del estado a un desastre de grandes proporciones que dejaron a Veracruz en estado de emergencia económica.
Los veracruzanos se colmaron de ellos y en la primera ocasión que tuvieron, las elecciones de 2016, los echaron del gobierno y les quitaron el poder.
Lo digo con toda claridad, con mi nombre y firma: me preocupa que hoy pretenden regresar algunos que por acción o por omisión permitieron que eso sucediera. Ellos permitieron o propiciaron que Morena llegara al poder, cuando además los alentaron políticamente (y con recursos) con tal de que no llegara su enemigo político de entonces, Miguel Ángel Yunes Linares.
Los actuales gobernantes llegaron con un discurso verdaderamente esperanzador y crearon grandes expectativas de un verdadero cambio, pero han resultado lo mismo y en muchos casos peores. Con una agravante: con total falta de respeto al pueblo veracruzano, le pretenden imponer a una mujer impopular pero además con una trayectoria en el servicio público cuestionable.
Como si los veracruzanos no estuvieran informados, como si no pudieran pensar por sí mismos y discernir bien entre la verdad y la mentira, el presidente Andrés Manuel López Obrador pretende llevar al gobierno a la señora Rocío Nahle, a quien llena de elogios y asegura que concluyó una de las obras emblemáticas de su gobierno, la refinería de Dos Bocas, en Tabasco.
El 19 de octubre pasado, una prestigiosa columnista de economía y negocios (fue editora general de la revista Expansión y directora de Innovación Editorial en Grupo Milenio, además de columnista en el diario de ese grupo) Bárbara Anderson debutó ahora en las páginas de El Financiero con una columna cuyo encabezado lo dice todo: “Dos Bocas: sin luz, sin gas… sin gasolina”.
Y el subtítulo o bajante (en el argot en las redacciones en las que me formé): “Hasta ahora el brutal sobrecosto de esta obra –que pasó de 8 mil iniciales a 20 mil mdd– parece ser otra mancha más en un coloso que no tiene energía para despertar”. Dijo que esa obra icónica, “literal”, no tiene energía.
Le dejo la palabra a la respetada periodista: “Expertos y contratistas cercanos a la refinería hicieron una lista de pendientes para que esta planta opere –de verdad– a su capacidad plena y los dos primeros ítems fueron la falta de gas y de electricidad. Suena irónico siendo una obra del sector energético, dirigida casi personalmente por la exsecretaria Nahle y con acceso a todas las decisiones y (ya vimos después de todo el sobrecosto) a los mejores presupuestos del área”.
Y: “Hoy por hoy la refinería Dos Bocas no cuenta con gas para operar en todo su esplendor. Una instalación de este tipo requiere necesariamente de gas natural para el funcionamiento de todos sus equipos… Además, hoy la refinería de Dos Bocas tampoco cuenta con toda la electricidad que requiere una instalación de su envergadura. Para operar al 100 por ciento –y no a media máquina– requiere de una planta generadora propia. El permiso de la Comisión Reguladora de Energía (CRE) y los planes de obra indican que se tratará de una central eléctrica con tres turbinas de gas y una de vapor, una instalación que demandará como mínimo tres años para quedar lista, es decir, será posterior a la producción de la propia refinería”.
Con esto otro: “Aunque no lo crean, la Refinería Olmeca no está interconectada al sistema de ductos que debería tener para distribuir gasolina y diésel. Y exfuncionarios de la Sener dicen, entre líneas, que no hay planes para hacerlo. Todo parece indicar que este gigante de la refinación nos dará la soberanía energética… a través de pipas. Algo caro y casi doméstico si se tiene en cuenta la envergadura de Dos Bocas”.
Y apenas el martes, El Universal nos dio otra sorpresa: el proyecto de la refinería recibió otros mil millones de dólares entre enero y junio de este año, según reveló Pemex en un informe a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, al que tuvo acceso a ese medio.
El diario dijo que Sarahí Salvatierra, coordinadora del programa anticorrupción de Fundar, le informó que el tratamiento de la información de la construcción de la obra ha sido opaco, ya que no se han mostrado los ejercicios de recursos públicos y se ha dificultado el acceso a la información.
¡Uf! Mil milloncejos de dólares más, cuando la zacatecana todavía estaba a cargo de la obra.
Pero aquí la tenemos entre nosotros y anda como la adalid que, según repite, viene a salvar a Veracruz, cuando lo primero que debe de hacer es dar cuenta del manejo de los recursos de Dos Bocas (recursos de todos los mexicanos) y por qué miente cuando afirma que dejó la obra concluida.
En pocos días, que ya se pueden contar con los dedos de una sola mano, es posible que el presidente se la imponga a los morenistas como su candidata e intente imponérsela a los veracruzanos como la próxima gobernadora.
Hoy solo la sociedad civil puede impedir un agravio de esa magnitud. Es la única que puede sacar la casta y recuperar algo de aquel prestigio que tuvo aquella clase política veracruzana. Si deja pasar esta oportunidad de corregir las cosas se habrá condenado a sufrir otros 86 años de un mismo partido (peor, de un mismo grupo) en el gobierno y con el poder político pero también con el poder de poder hacer lo que quiera.