Prosa aprisa
Respeto, para la prensa veracruzana
Arturo Reyes Isidoro
Dale y duro contra la prensa veracruzana.
El gremio de periodistas en el Estado lo formamos miles y habemos de todo, como en la viña del Señor.
No todos nos conducimos igual y hasta donde yo conozco mi medio cada día se profesionaliza más.
Con esto quiero decir que el periodista se conduce cada vez más con independencia de criterio y sin ningún temor a presentar los hechos tal como suceden, aunque muchas veces incomode a los mismos gobernantes, muy proclives a creerse dueños de la verdad e incluso muchas veces a caer en actitudes intolerantes, de represalia contra quienes no piensen ni opinen igual que ellos.
Es cierto, es innegable que varios gobernantes han tratado de controlar a la prensa, porque le sirve a sus intereses, y que algunos dueños y directores, más empresarios que periodistas, se han dejado convencer a cambio de algún beneficio, la mayor parte de las veces económico.
De siempre existió una relación comercial entre el Gobierno del Estado y los medios, esto es, se compraban espacios para anunciar acciones o resultados de la administración. Lógicamente, se pagaba por ello. Un periódico, una estación de radio o televisión o, hoy, un portal web son empresas y como tal buscan ganancias. Como todas. Y tienen derecho a ella.
Los viejos reporteros, tundeteclas como yo, recordamos la época de entrañables periodistas como don Julio S. Guerrero o al maestro Alfonso Valencia Ríos –a los dos los conocí, a los dos los traté, con el último, muy joven yo, reportee muchas veces– de El Dictamen de Veracruz, quienes fueron emblemáticos con el criterio aquel de que ese diario vendía espacio, no su criterio.
De los gobernadores que yo he conocido, unos tuvieron buena relación con la prensa, esto es, no se pelearon con los dueños de medios, como Rafael Hernández Ochoa, Fernando Gutiérrez Barrios, Miguel Alemán Velasco y Fidel Herrera Beltrán; otros sí tuvieron diferencias como Agustín Acosta Lagunes, Patricio Chirinos Calero o Dante Delgado Rannauro, aunque en el caso de este último fue el director del Diario de Xalapa, Rubén Pabello Acosta, quien le agarró tirria, porque don Rubén, que en paz descanse, era muy especial.
Que recuerde, fue Chirinos quien empezó a romper aquel equilibrio, aquel criterio, cuando con tal de promocionar su imagen empezó a pagar para que su nota del día la publicaran a diario a ocho columnas en el Diario de Xalapa, algo muy caro entonces porque en aquella época las ocho columnas eran sagradas, esto es, estaban reservadas para la propia nota del medio, por lo que si alguien las quería tenía que pagar por ello, y bien.
El que acabó con el cuadro fue Fidel Herrera Beltrán, quien pervirtió la relación y pagó y pagó para controlar a casi toda la prensa, y tristemente casi lo logró en su mayor parte. Javier Duarte heredó la práctica hasta que ya no le alcanzó el dinero y fue en el último año de su gobierno cuando comenzó la crisis en los medios que habían basado su existencia en el pago oficial, porque nunca se preocuparon por crear lectores, por crear una buena cartera de anunciantes que les permitiera subsistir sin necesidad del subsidio del gobierno.
El actual gobernador, Miguel Ángel Yunes Linares, quién sabe si más por convicción que por necesidad porque no tiene recursos, parece que enterró al menos por el resto de su administración la práctica del convenio y con ello cortó de tajo el pago a los medios para que publicaran obligadamente información que hablara bien de él y le evitaran las críticas, además de que, por lo menos hasta ahora que se sepa, tampoco ha establecido algún otro tipo de relación que comprometa a columnistas, articulistas, editorialistas, caricaturistas, conductores de noticiarios, a ponderar su persona.
No es ningún secreto, porque se ha ventilado en los propios medios, el cierre de publicaciones impresas o de portales web informativos, o el despido en estaciones de radio y televisión a causa de la crisis que viven por ya no tener los ingresos provenientes del gobierno del que disfrutaron hasta 2015.
Hoy basta ver los periódicos impresos, cada vez con menos circulación en parte por la irrupción de las páginas web en internet, leer los portales, o escuchar los noticiarios de radio para comprobar la crítica diaria a la que está sometido el gobernador Yunes Linares y su gobierno, en buena parte como respuesta al no pago. José López Portillo inmortalizó aquella frase de no pago (a los medios) para que me peguen. Yunes bien puede proclamar hoy no pago aunque me peguen.
Contra lo que se temía –y tiene que decirse muy claramente que eso se esperaba– de que sería un gobernador intolerante y represor con la prensa, por lo menos hasta ahora, que se sepa, no ha tenido asomos de querer actuar en contra para tratar de acallar críticas periodísticas, o tal vez no lo hace porque ya no lo puede hacer presionado además por las redes sociales donde últimamente le ha llovido, que si hoy tocara a un periodista se le vendría el mundo encima.
Aunque es una garantía y no una concesión la libertad de expresión y por lo tanto se puede y se debe ejercer sin ninguna restricción, no esperar una orden para hacerlo, el mismo Yunes Linares ha sido claro en que no habrá pago a los medios –ha aclarado que cuando se necesite se comprará algún espacio, aunque no en forma indiscriminada– y que los periodistas están en toda libertad de hacer su trabajo, lo que implica, entre otras cosas, informar con toda libertad, cuestionarlo y criticarlo cuando sea necesario. Hasta los que no se atrevieron a hacerlo con otro gobernador, le han tomado la palabra y hoy lo traen a raya porque hacen un periodismo independiente y crítico, lo cual es totalmente saludable para la vida pública de Veracruz.
Con Yunes, pues, no hay ni buen ni mal trato económico. Simple y sencillamente no lo hay y la prensa no está comprometida o condicionada a adoptar ningún tipo de comportamiento, incluso que coarte su criterio.
Todo lo anterior lo he querido reflexionar en este espacio porque no acepto, aunque en lo personal no me sienta aludido, que cada vez que viene al Estado el señor Andrés Manuel López Obrador trate de denigrar al periodismo veracruzano como ayer cuando sin presentar alguna prueba, como es su costumbre, dijo en Jamapa que la mayoría de los medios de información en Veracruz están bien “apergollados”, al servicio “de la mafia del poder, tanto periódicos, estaciones de radio y canales de televisión, por lo que no informan”.
En anterior viaje, igual, porque los reporteros del puerto de Veracruz lo cuestionaron sobre la inscripción en su partido de aspirantes a alcaldes expriistas y expanistas con mala reputación, en lugar de responderles con una explicación del por qué sí o por qué no, los insultó, los llamó “maiceados”. “Yo lo que veo es que Yunes los maicea mucho, les da mucho arroz con gorgojo a los medios aquí”.
Si el señor quiere respeto debe respetar. O, en todo caso, si denuncia debe probar. Yo al menos en defensa de la prensa de mi Estado no me quiero quedar callado y aceptar sin más sus insultos.
Como profesional siempre comentaré sobre su persona, con todo respeto, cuando considere que es tema relevante, pero debo confesar que en lo personal me preocupa, tengo temor por su intolerancia, por su descalificación para todo aquel que no piensa como él o que lo cuestiona o que lo critica. Si eso es como aspirante presidencial, qué no irá a ser si llega a Presidente. Un Hugo Chávez, un Nicolás Maduro. Un represor.
No, señor López Obrador, le pido respeto para mis compañeros, para los medios, para la prensa de Veracruz. Descalifica a la mayoría pero no dice nada en cambio cuando, como en cumplimiento de su deber profesional, recogen y publican sus críticas a otros actores políticos, muchos sus adversarios, o informan sobre los avances que va teniendo su partido.
Y estoy consciente que por esto que le digo me pueden o me van a llover no críticas o reclamos sino insultos por parte de sus fanáticos. Me tiene sin cuidado. Pero le pido, le exijo respeto para mi gremio.