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Ruta Cultural. El Teatro del Conocimiento

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Ruta Cultural

El TEATRO DEL CONOCIMIENTO.
“Luis Argudín.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
En los recién pasados meses de marzo y abril, la Galería de Arte “Flavia” ubicada en la ciudad de Xalapa, Veracruz, presentó parte de la obra del prestigiado Pintor y Maestro de Arte Luis Argudín. Actualmente en la Pinacoteca Diego Rivera de esta misma ciudad de las flores, se encuentra una exposición colectiva que incluye obras pictóricas del Maestro Argudín, por tal motivo, el presente artículo es dedicado a conocer el libro titulado: “El Teatro del Conocimiento”, publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México en el año 2013.
El libro está compuesto de diversos ensayos escritos por el Maestro Argudín, la obra tiene dos ejes centrales las cuales son la pintura y el arte. El escenario central de todos los ensayos es la mente, Luis Argudín con sus planteamientos, reflexiones, críticas, nos obliga a pensar, imaginar y recrear la importancia del arte en nuestras vidas individuales y colectivas: “Una cosa sí sabemos, hay mente en nosotros los humanos. Pensamos en mente y la ligamos con consciencia, inteligencia, memoria, imágenes, vida interior. Desde el momento en que hubo mente el mundo cambió, y esto sucedió cuando surgió la vida. Vida y mente son indistintas, porque sin el conocimiento que la mente provee, la vida no sería posible.”
Pensar el arte es una cuestión primordial en el “Teatro del Conocimiento”, Luis Argudín fiel a su vocación de Maestro de arte, en varios momentos nos lleva a un recorrido en la historia del arte, el ejemplo se encuentra en el ensayo titulado: “El Movimiento y la Quietud en la Pintura”, en el apartado “El objeto transportable” resulta muy aleccionador como el autor nos explica que en sus inicios la pintura tuvo la función de vestir espacios específicos y concretamente murales, que particularmente en el medioevo la pintura en las iglesias se convirtió en la biblia de los pobres, ya que el libro sagrado sólo lo podían leer los doctos en lenguas hebreas, latinas y griegas:
“En las iglesias se van llenando de imágenes en su arquitectura y en sus paredes internas bajo esta consigna: el que no tenga acceso directo a la palabra de Dios puede cobijarse bajo las metáforas ilusorias pero educativas de los pintores y escultores. Para el pueblo del Libro, las palabras, y no las imágenes, eran el camino a la salvación. La enseñanza por imágenes era un sustituto pobre pero necesario para la evangelización:”
Con el paso de los años esa pintura que nació con fines evangelizadores, dogmatizadores, por su propia esencia adquirió autonomía y movimiento, porque más allá de la creencia religiosa la pintura valía por lo que representaba en sí misma, es decir, una magnífica obra de arte. La pintura adquirió plena libertad en el renacimiento italiano, en esa etapa obtiene absoluta independencia, los temas abordados ya no serán principalmente los religiosos, sino los humanos, esto provocó que la pintura se convirtiera en un objeto transportable, los ejemplos que señala Luis Argudín son las imágenes de “La última cena” y “La Mona Lisa” de Leonaro, cuadros reproducidos en innumerables grabados y versiones.
Poseyendo libertad para crear, imaginar, y trasladarlo en imágenes, el tema más recurrente en la pintura renacentista fue el cuerpo, el hombre volvió a ser el centro de la tierra, el centro de la atención, lo que interesaba era pintar la belleza de la mujer, del hombre, su sentir, en el ensayo titulado: “El Cuerpo y la Pintura”, el Maestro Argudín señala:
“Desde la prehistoria el cuerpo ha sido territorio de la atención simbólica, decorativa, ritual y estética, y solo una cultura culpable de su centro físico pudo olvidarlo. El body art es, por lo mismo, un regreso a los orígenes, a un primitivismo recuperador de rituales y raíces; un regreso a la tierra, a la madre, al cuerpo como símbolo y metáfora del universo físico. La pintura en tanto arte, al asumir en el renacimiento la fuerza de su autonomía y de su poder evocador, se centró inmediatamente en la representación del cuerpo como modelo, no solo del mundo, sino de la pintura misma.”
Parte de toda esta historia narrada influyó de manera directa en la obra pictórica de Luis Argudín. Del pintor se conocen dos temas centrales desarrolladas en muchos años, por una parte sus pinturas que representan el “Diluvio” y en muchas de ellas va incluido el “Autorretrato”. En éste libro Argudín nos platica el origen y nacimiento de su serie el “Diluvio”:
“En 1991 hice una exposición titulada imágenes de un saber universal, frase aparentemente excesiva pero que tomé de un libro sobre el sacerdote jesuita Athanasius Kircher (el autor favorito de Sor Juana), copilado por el erudito español Ignacio Gómez de Liaño. El libro incluye las reproducciones de varios libros de Kircher, entre ellos uno llamado el arca de Noe. Pero más que el contenido de las investigaciones de Kircher sobre el tamaño del arca, lo que me maravillaba del libro eran las láminas de grabados antiguos, imágenes bellas y poderosas que se instalaron en los circuitos de mi memoria con singular persistencia.”
En el ensayo dedicado al “Diluvio” vienen dos fotos de cuadros trabajados por Argudín, “El árbol del diluvio” de 2001 y “Vorágine” de 2002, en los cuales nos explica su interpretación y visión de los temas recurrentes en esta serie, entre los que se encuentran, el paraíso, el árbol del conocimiento, la esperanza, la memoria, el castigo, el olvido, etc.
En cuanto a la serie nombrada “Autorretrato”, el Maestro Argudín afirma que toda pintura es subjetiva, por más realista que sea su representación, inicia y termina siempre siendo una expresión demasiado personal. En el año 1995 Luis Argudín pintó un autoretrato titulado: “El origen de la pintura”, claramente se puede percibir en esta obra la figura del Maestro, quien apunta que tanto la pintura como la fotografía, son un espejo donde podemos socráticamente encontrarnos con nosotros mismos, además, ha sido para el hombre una forma de permanencia en la memoria del mundo, una forma de inmortalidad, unamunianamente podríamos decir que el arte es el mejor medio para enfrentar el sentimiento trágico de la vida que es morir.
Lo antes abordado es parte de los temas escritos por Luis Argudín en el libro: “El Teatro del Conocimiento”, una obra escrita por un Pintor con formación filosófica, un libro que te acerca desde la pluma critica a la vida, pensamientos y obras de Alberti, Rubens, Rembrandt, Picasso, Dalí, a reflexiones filosóficas aplicadas al arte de Platón, Hegel, Kant, en general un libro que nos permite conocer el pensamiento y formación del Maestro Argudín, así como el contenido y origen de su obra, finalizando con la siguiente reflexión del Pintor:
“En suma, pensar sobre el arte es la manera más íntima de practicarlo, de seguir viviéndolo, masticando, rumiando, aunque uno esté en otras ocupaciones, inmerso y sujeto a las mareas de la vida diaria. Así pinta el pintor; se pinta manejando y comiendo, platicando con los amigos y dando clases, pues una parte fundamental del pintar es sostener una idea, jugar con ella, probarla en la mente hasta ver a donde llega.”
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