Ruta Cultural
EL AMOR EN LA NARRATIVA DE RICARDO GARIBAY (IV).
“Lía y Lourdes”.
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Se puede decir unamunianamente que nacemos con muchos sentimientos trágicos en esta pasajera y aventurera vida, somos seres que desde niños empezamos a tener pérdidas, algunas pérdidas son símbolos de progresos o avances, otras son perdidas dolorosas, irremediables e inevitables. Inherentes al hombre son las etapas de niñez, juventud, adultez, vejez, en ellas vivimos con sentimientos como el amor y la sensualidad, es indudable que a partir de la juventud nuestro amor (fuera del círculo familiar), es un amor romántico, sensual, pasional, erótico, esta sensación nos provoca el sentido de posesión sobre lo amado, luego entonces, el sólo pensamiento de perder al ser amado nos causa un enorme desasosiego, infelicidad, intranquilidad, angustias, celos, si lo perdemos el dolor puede ser muy intenso, por lo tanto, el gran dilema consiste en tratar de educarse para poder amar con equilibrio, esto se escribe fácil, pero lograrlo es todo un reto, y gran parte de lo antes planteado lo podremos leer y reflexionar en la novela: “Lía y Lourdes” del escritor, guionista y periodista Ricardo Garibay.
Lourdes es una simpática mujer de cuarenta y cinco años de edad, en su matrimonio le fue mal, y después de su divorcio ya no ha querido comprometerse de manera seria y formal con un nuevo amor, Lourdes ahora sólo disfruta de la compañía meramente sexual y el gran placer que le produce Leonel Maciel, éste personaje es descrito como un hombre robusto, muy oscuro de color, indio, se dedica a la pintura, acude a la casa de Lourdes como un amante candente, ambos se satisfacen y al final cada quien vive en su casa y lleva su vida de manera independiente, libre, aun así, Lourdes entre más pasa momentos íntimos con Maciel, más atrapada se siente, por ello lo atiende, lo consciente y en esta nueva forma de amar, nada le preocupa, disfruta a plenitud su pasión y vida sexual.
Lía es una bella joven de veintiún años, la novela inicia al momento que Lía llega a vivir a casa de su Prima Lourdes: “Y en verdad no pudieron. Rieron hasta las lágrimas mientras Lía trataba de contar como un negro gigantesco y horrible la había dejado en la puerta. Son primas hermanas. Lourdes es arquitecta. Lía viene a la escuela de San Carlos. Lourdes le ha preparado una recámara. Lourdes le enseñó a vestir las muñecas, le enseñó a brincar el tomlin, la bañaba, la dormía contándole cuentos. Le corrigió sus primeros dibujos. Lía la adoraba, envidiaba mucho el color oscuro de Lourdes, el corte clásico de su rostro, su voz grave. De muchos modos habían sido madre e hija.”
Lía y Maciel en éste contexto se conocieron, se respiraba un buen ambiente entre los tres, Lourdes le pidió a Maciel que fuera un poco más recatado en la mesa al momento de hablar con ella de temas sexuales, porque Lía se veía y era una chica sana, ingenua, Maciel un hombre tosco, sin delicadeza, mantenía su actitud directa, trataba a las dos como si ambas le pertenecieran, un día Lía le preguntó a Lourdes por qué ella deja todo por Maciel, por qué lo obedece como si fuera su amo, Lourdes le contesta que Leoncio la hace vivir, a lo que Lía le pregunta:
“–Pero… ¿Se puede vivir así, según lo que decide, lo que dispone un hombre? Pregunta Lía. –según el hombre –contesta Lourdes. –Sí, según el hombre, eso ya lo sé, y según el hombre no quiere decir que tu compañero tenga que ser un genio, sino sólo que es el hombre que amas, y así es el único hombre, sólo que así también puede ser cualquier hombre, se necesita que lo ames y nada más es único y ya, no averiguas.
Pero sigue valiendo mi pregunta: ¿se puede vivir renunciando a tu propio ser, pendiente de lo que decide un hombre, ese hombre al que amas? No eres Lourdes, era la mujer de Maciel. ¿Se puede? –Lourdes ve con cierto asombro a Lía, porque su aspecto extremadamente juvenil no se aviene con la madurez de la pregunta, y contesta sonriendo. –Sí. –Pero Lourdes… que prefieres, ser Lourdes o ser la mujer de Maciel. –Ser la mujer de Maciel. –¡Pero Lourdes! –Pero Lía… fíjate, aquí te falta un poco de vida, o vivir un poco más para entenderlo. Yo soy Lourdes, sí, pero sólo porque soy la mujer de Maciel, si no soy la mujer de Maciel no soy nadie, ni nada. Quien sabe que sería de Lourdes. Clama, lo entenderás más adelante.
-Lo entiendo ahora – dice Lía –, pero no lo acepto. Yo soy Lía, y después de eso lo que quieras, lo que imagines o lo que yo anhele, después de ser Lía. Ningún hombre me va a dotar del ser que ya tengo, que ya soy, y conste que por mi edad, por lo que todavía no he hecho, todavía no soy nadie ni nada. –Sonríe ampliamente Lourdes.”
La convivencia entre las tres personas sigue fluyendo, Lía en diversas ocasiones escucha los inmensos momentos de pasión que Maciel le hace sentir a Lourdes, Maciel trata a Lía como una niña, pero ambos se sienten atraídos, además, Maciel es pintor y la pintura también es lo que más lo acerca a Lía, Lourdes siente fuertes celos, sabe que tarde o temprano algo pasará entre Lía y Maciel, ve como la mira, observa que la mirada de Lía es profunda e incluso sabe que no hay mala intención en Lía, no obstante, la fuerza de la pasión , el deseo, los doblegará y terminarán haciendo el amor.
Lourdes por motivos de trabajo se vio obligada a viajar quince días a los Ángeles, invitó a Maciel, él no quiso ir, Lía en esos mismos días viajaría a Monterrey: “Son quince días, tal vez menos –dijo Lourdes a Lía. Tú cuando sales a Monterrey. –Mañana en la noche, a las siete y media. –Bueno. Por veinticuatro horas te encargo mis cosas. –Yo me encargo dijo Lía. Se abrazaron, se ciñeron mucho una a otra. Lía le besó muchas veces las mejillas. Lourdes le dio en la frente un beso largo, muy largo y la miró derecho a los ojos. Lía le sostuvo la mirada y sonrió; nunca se vio más juvenil, más inocente, más entregada al cariño de Lourdes. Ya no se verán, Lourdes saldrá en la madrugada.”
En la misma tarde que Lourdes viajó, Maciel pasó por Lía, sin consultarle nada y mucho menos sin dar alguna explicación le pidió se subiera al taxi, la llevó a su taller de pintura y allí hicieron el amor intensamente. Lía lo disfrutó porque lo deseaba tanto como él, Lía ya no viajó a Monterrey y en esos quince días de once de la mañana a once de la noche se la pasaba encerrada en el taller haciendo el amor todo el día con Maciel. Lía no protestaba, no discutía, no pensaba, sólo disfrutaba, obedecía, a su regreso del viaje Lourdes descubrirá la traición, la historia final la dejo abierta, por ahora concluyo que Lía, tal vez, ya aprendió que es imposible ser absolutamente libres…
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