Ruta Cultural
LAS MUJERES DE CERVANTES. (II)
“María Zambrano: El Hombre y lo Divino.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
“Yo sé quién soy” es una de las frases más conocidas, enigmáticas, analizadas y discutidas de la novela: “El Quijote de la Mancha”, esa frase filosóficamente representa conocimiento, precisión, razón, cordura, cuando el personaje cervantino la utiliza es porque quiere decirnos que ya no quiere ser Don Quijote, es decir, ya no quiere estar “Loco”, sólo quiere ser Alonso Quijano el cuerdo. Este conflicto eterno entre razón y pasión se encuentra plasmado en la obra de la ganadora del Premio Cervantes de Literatura en 1988, me refiero a la poeta y ensayista María Zambrano.
En el libro: “El Hombre y lo Divino”, María Zambrano realiza un largo recorrido de la relación permanente entre los dioses y el hombre. Zambrano en esta obra de ensayos parte de las siguientes preguntas: “¿Cómo han nacido los dioses y por qué? ¿Podría el hombre haberse pasado sin ellos? ¿O es la necesidad humana, la que insaciable les hace surgir, manteniéndose escondida, para aceptarlos después como algo que ha encontrado sobre y aún en contra de sí misma?”
Partiendo de las anteriores preguntas, María Zambrano empieza a reflexionar y disertar sobre cómo nacieron los dioses en las distintas civilizaciones, la filósofa española dedica varios ensayos al mundo griego afirmando que los primeros en presentarnos a los dioses fueron los poetas, ellos los imaginaron y diseñaron derivado de una gran necesidad del hombre al tratar de encontrar una explicación a su vacío, el hombre vivía en un enorme delirio, en una realidad que lo agobiaba y no le explica nada, y aunque con el paso de los siglos hemos aprendido que los dioses persiguen a los hombres, porque si bien otorgan gracia, al mismo tiempo son rencorosos, posesivos, la necesidad de su existencia era consustancial al hombre, imprescindible.
María Zambrano afirma que la aparición de un dios resuelve el final de un largo periodo de oscuridad y padecimientos. Se debe puntualizar que la principal función de los dioses griegos fue ordenar el universo y, tal vez, darle sentido, más nunca entraron en la discusión de su origen, no se autonombraron creadores del universo y ni de las cosas:
“Pero los dioses griegos no tienen relación apenas con la generación del mundo, con forma alguna en que la producción del mundo sea concebida. Aparecen luchando por la supremacía en el Caos inengendrado del que ninguno de ellos dará razón.”
Por lo tanto, los dioses griegos no buscaban ni les interesaba un dominio y control absoluto, en la religión griega el hombre creció en plena libertad, y con esta libertad al hombre le apareció la necesidad de preguntar, interrogar, cuestionar, sólo que la pregunta no fue dirigida a la divinidad, porque sabían que nunca contesta, el hombre se preguntó sobre la propia vida humana buscando la respuesta en el logos, no olvidemos que en el principio fue el verbo, y con él y a partir de él, nació la filosofía, y si bien en su largo andar la filosofía no ha encontrado la última respuesta, es indudable que ha ayudado al hombre a vivir, a tener consciencia de sí mismo, sé que en muchos momentos la consciencia agobia, busca desesperadamente una explicación, pero la realidad es que fuera de la ficción y la teología, el hombre nunca ha vivido en el “Paraíso Perdido”, luego entonces, la filosofía nos ayuda para vivir un poco mejor en el mundo real que resulta ser un “Valle de lágrimas”.
María Zambrano señala que el hombre se acerca a dios por el vacío, el delirio, más no por la razón, y es que fue precisamente la razón la que originó la filosofía al momento que Tales de Mileto se preguntó: ¿Qué son las cosas? A partir de este momento filosofía y poesía caminarán por sendas separadas, el poeta no busca unidad, coherencia, mucho menos realiza la gran pregunta, el filósofo busca razones, manifiesta Zambrano que el amante de la sabiduría ofrece razones de sus propias razones.
Teniendo claro el origen de los dioses, sus formas de relacionarse con los humanos, María Zambrano realiza un ilustrado recorrido por el origen de la filosofía, pasando por el mundo presocrático, pone especial atención en Parménides, Sócrates, Platón, Aristóteles, es muy interesante leer detenidamente el momento cuando explica la posición de Aristóteles, porque sin buscarlo el filósofo estagirita diseñó en su filosofía la estructuración futura del Dios judío-cristiano, al afirmar que se busca conocer y estudiar la sustancia y los accidentes, es decir, lo permanente y lo cambiante para poder explicar este mundo, pero que el “motor inmóvil” está más allá de la sustancia, en concreto, el “motor inmóvil” no es creador, pero a él nadie lo crea, y él crea a los demás.
Hasta esta parte de los artículos nos encontramos con dos posturas, los que optan por la razón metódica, y los que viven guiados por la pasión, la fe. La poesía vs filosofía, la fe vs razón, ¿Cómo conciliar estas disciplinas y formas de vida? Porque es innegable que la razón nos ha dado mucho, pero el alma no se satisface plenamente con los postulados de la razón. Zambrano en el prólogo de la obra apuesta por reducir la soberbia y exagerada confianza que tiene el hombre en el conocimiento adquirido: “Entrar en razón, reducirse, es también recobrarse.”
Depositada toda su fe en la razón, en el conocimiento, el hombre pasó a ser el centro de sí mismo, su propio dios, esto lo llevó a quedarse sólo, y nos enseña Zambrano que en los momentos de tanta soledad ha querido crear un dios nacido de sí mismo, ejemplo: “El Superhombre” que predicó Zaratustra, empero, Nietzsche tiene muchos años que se fue, y la historia moderna nos enseña que seguimos muy solos, ensimismados en nuestra propia razón, soberbia.
Porque no dejamos un momento de ser “Alonsos Quijanos”, y regresamos a ser “Don Quijote”, y ya en plena pasión y locura, vivimos en el mundo haciendo amigos como Sancho Panza, amando lealmente a nuestras dulcineas, defendiendo a los débiles, siendo hombres de honor, de palabra, de voluntad, bajo esta visión quijotesca al mundo le hace falta un poco de locura, de una sana locura, y esta forma de vida también es una buena relación entre el hombre y lo divino, es decir, el arte.
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