Maythe Morales Ramos / Catzacoalcos, Ver.- Las protestas contra el incremento del precio de las gasolinas dejaron en menos de seis horas una ciudad caótica, introvertida: incomunicada por algunas horas, con bulevares y carreteras bloqueadas.

 Los transportistas quienes en un inicio salieron a las calles de la ciudad, con el afán de convencer a la sociedad, solo lograron alejarla y sembrar miedo.

 La situación generó una suspensión de actividades en por lo menos el 40 por ciento de comercios, restaurantes y sucursales bancarias, cuyas puertas cerraron ante los saqueos imaginarios.

El miedo provocado por los rumores de vandalismo y rapiña, agresiones, palos y vidrios rotos, así como por la ausencia de los tres órdenes de gobierno, provocó que los habitantes se encerraran en sí mismos. Unos protestaban y otros escapaban de sus temores convirtiendo en una sociedad que escapa de sí misma.

Los videos de desmanes difundidos en redes sociales sobre los saqueos realizado por la madrugada del jueves en algunos centros comerciales y tiendas departamentales, el botín como recompensa mal lograda y la ausencia de elementos policiacos que no actuaran de forma preventiva, contribuyeron a evadir de la realidad.

 Hombres y mujeres, ancianos y jóvenes suplicaban se les permitiera el paso sobre la carretera Coatzacoalcos- Minatitlán a la altura del peaje conocido como las matas. Muchos de los ciudadanos atrapados entre el enojo y las unidades del transporte suburbano aseguraban tener hambre, otros trabajos y la gran mayoría sed. 

A lo lejos de los manifestantes y las familias inconformes por la situación, un hombre procedente de Ciudad Juárez, Chihuahua, caminaba de un lado a otro desesperado, este sujeto transportaba en una carrosa fúnebre los cuerpos de su esposa e hija fallecidas en un accidente automovilístico ocurrido hace cinco días en el estado de Chiapas.

 Al igual que decenas de vehículos, este quedó atrapado en el bloqueo realizado sobre esta vía de comunicación. 

A pesar de exponer la situación los integrantes del transporte se negaban a abrirle el paso, quedando los cuerpos expuestos a las altas temperaturas por un lapso superior a las cuatro horas.

El caso de esta familia no fue el único que se registró durante la toma de carreteras y actos vandálicos ya que incluso hubo transportistas que no simpatizaban con el movimiento y que fueron obligados a incluirse en los actos de oposición contra del gobierno. 

En dos puntos de la ciudad, el primero en el malecón costero a la altura de las palmas y el segundo sobre avenida universidad a la altura de la colonia Rancho Alegre II, taxistas independientes, paraban a aquellas unidades que decidieron no protestas, las golpeaba o apedreaban y obligaban al pasaje a descender sin pagarles por el tramo recorrido. 

Madres de casa, caminaban bajo los rayos del sol con sus menores hijo, algunos de ellos nerviosos por la situación y otros más molestos de pensar que tendrían que avanzar demasiadas cuadras bajo los intensos rayos solares. 

El rumor de las voces corrió pronto, las francisquitas y comercios comenzaron a ser saqueados. 

Jóvenes que no superaban los 25 años de edad, de ropas modestas. Pantalón de mezclilla, zapatos o tenis. De aspectos, rudos y de barrio, aprovechaba de la situación para hacerse de una pantalla, tablet, celular, equipo de cómputo o sonido. 

Sin transportes en la ciudad al paralizarse el servicio de los urbanos y con más del 80 por ciento de los taxistas manifestándose, Coatzacoalcos se convirtió en una ciudad de nadie además de estar incomunicada. 

Los poco porteños que circulaban por las calles, apenas si se veían a los ojos, algunos apoyando al movimiento, otros un poco apurando y otros más sin encontrarse entre tantas consignas y acciones de protesta. 

La sensación de caos incrementó cuando las patrullas policiales decidieron realizar recorridos de proximidad y prevención del delito en las plazas comerciales, las sirenas abiertas apuntaban el punto de la ciudad en donde se registraban los siniestros.

 Las plazas comerciales se vieron evacuadas tras el intento de registrase acciones de saqueo por parte de los protestantes. 

Para ese entonces la central de autobuses ya había suspendido sus corridas.

Fue una mañana calurosa. Los manifestantes, buscaban una sombra, la sombra quizás del miedo y la sumisión ciudadana. Violencia combatida con violencia. 

Los manifestantes se cansaron, los líderes taxistas y urbaneros se deslindaron de los movimientos vandálicos, la circulación volvió a la normalidad, junto con las obligaciones diarias, lenta e irremediablemente Coatzacoalcos despertó de la pesadilla.