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Noemí Waksman de Torres y la reivindicación de la herbolaria

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Francisco Torres/ Agencia Informativa Conacyt/ Monterrey, Nuevo León.- La escena no puede ser más típica para una química: decenas de libros científicos, oficina cercana a un laboratorio y una silla cobijada por su bata, preparada para entrar en acción cuando la ciencia lo requiera. Así, la doctora en ciencias químicas por la Universidad Nacional de Buenos Aires, Noemí Waksman de Torres, comienza a relatar los pormenores de una vida que comenzó en el sur del continente y que continúa en el norte de México.

Noemí Waksman, argentina radicada en México, pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) con nivel III, y actualmente dirige el Departamento de Química Analítica de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL). Es también una de las voces más reconocidas en el ámbito de las plantas medicinales.

En 1966, se tituló como maestra normalista en Argentina, debido a que siempre ha tenido una tendencia por la enseñanza, tanto así que vislumbraba la continuación de sus estudios académicos enfocados en la pedagogía y la didáctica.

Pero en el cuarto año de la carrera normal llegó una asignatura que le revelaría un mundo nuevo: la química. Esta circunstancia se sumó a que conoció a una maestra que marcaría el rumbo de su vida.

“Todos le tenían miedo a la maestra de química porque era muy exigente, pero yo la adoraba. Y me reveló algo que hasta entonces desconocía, fue así como decidí que estudiaría química”.

De inmediato comenzó a destacar en la variación de química orgánica. Una situación personal hizo que en los últimos años de su formación, la ahora investigadora se viera en la necesidad de trabajar, lo que hizo como técnica en un laboratorio clínico.

Casi al término de su licenciatura, y debido a sus excelentes calificaciones, el Departamento de Química Orgánica de su universidad le ofreció quedarse haciendo una tesis con un puesto remunerado.

“Eso no estaba en mis planes. Yo tenía pensado concluir la licenciatura y trabajar dentro de mi profesión. Fue, digamos, otra de las hadas madrinas de mi vida. La doctora que me invitó me abrió otra vez el mundo, ahora a la investigación. Y fue así como me inicié en la investigación. Esto es algo que odias o amas, pero una vez que te enrolas en la investigación y tienes nuevas preguntas, es algo que ya forma parte de tu vida”.

Alemania y la otra forma de practicar la ciencia
Tiempo después, Noemí Waksman partiría a Alemania para realizar un posdoctorado en la Universidad de Friburgo, donde encontraría una experiencia radicalmente distinta en las formas de realizar la ciencia, en contraste con las que había vivido previamente.

“En Argentina batallábamos mucho para conseguir información de lo que se estaba haciendo a nivel mundial, mientras que en Alemania tenían otras formas de obtener información de forma más expedita. También la compra de materiales era distinta: a veces en Argentina me tenía que quedar de brazos cruzados porque se tardaban hasta dos meses en conseguir algo, pero en Alemania, cuando me iba mal, se tardaban una semana”.

Los conocimientos adquiridos en el país teutón, Noemí Waksman siempre quiso ponerlos al servicio de su país o algún país latinoamericano.

La naturaleza como fuente de conocimiento
Desde que se inició en la investigación, la científica ha estado cerca de la herbolaria, debido a que quien la invitara a unirse a la investigación trabajaba con plantas y con productos naturales.

No por nada una de sus líneas de estudio consiste en el aislamiento biodirigido de productos naturales con actividad farmacológica, una terminología que ella misma define.

“Nosotros tratamos de tomar los productos que da la naturaleza, que pueden ser de cualquier índole pero particularmente trabajamos con plantas. México tiene una riqueza enorme de plantas medicinales que la población nativa utiliza. Tratamos de verificar, con estudio de laboratorio, la acción que se atribuye a las plantas. Cuando lo hacemos, mediante procedimientos químicos, buscamos aislar y conocer la composición, así como conocer qué molécula proporciona la actividad que puede ser hipoglucemiante, hepatoprotectora o antimicrobiana, dependiendo de la planta”.

Reconoce que México cuenta con una gran tradición del uso de plantas medicinales y muchas de ellas, al ser por tradición oral —y alguna escrita—, se ha perdido.

“Es una riqueza que tiene el país que, considero, debe de ser explotada, ya que es también una fuente de ingresos para México”.

A pesar de que trabaja enfocada en la química, asegura que requiere de un trabajo integral, donde participen científicos sociales que complementen y orienten los proyectos que realizan.

“Hay antropólogos, botánicos, que nos aconsejan sobre los usos de las plantas, las tradiciones. Y es con base en sus consejos que recibimos, que nosotros vamos a estudiar ciertas cosas. Es como deben de ser los trabajos hoy en día: multidisciplinarios”.

El noreste y sus plantas
La flora del noreste —su lugar de residencia— es una de las principales preocupaciones para la investigadora proveniente de Argentina. Precisamente por eso, las investigaciones que dirige se enfocan en ello.

“Ahora estamos trabajando con una planta llamada comúnmente damiana, cuyo nombre científico es Turnera diffusa, que demostró tener una actividad como protectora hepática e hipoglucemiante. Hemos aislado los compuestos, solicitamos patentes de uso. A lo que estamos yendo ahora es a generar un medicamento herbolario”.

Dicha planta se da en todo México, pero especialmente en la región del noreste de México.

El medicamento que buscan desarrollar adquiere relevancia porque no hay muchos fármacos protectores del hígado, y las enfermedades hepáticas cada vez son más importantes en el mundo y en México, ya que están estrechamente ligadas a la obesidad y a la diabetes, asegura la química.

“Contar con un medicamento relativamente económico, que lo podamos hacer nosotros y que permita proteger el hígado frente a toda la gama de sus depredadores que consumimos diariamente, sería muy beneficioso para la salud”.

La reivindicación de la herbolaria
“Durante todo el siglo XX, hasta los setenta u ochenta, se pensaba que la medicina herbolaria era cuestión de hechicería, de magia, de incultura, y los que trabajábamos con productos naturales no éramos tan bien vistos científicamente como los que trabajaban en un laboratorio sintetizando”.

Los dichos de Noemí Waksman coinciden con la época en que comenzó a realizar sus investigaciones. Sin embargo, los investigadores de este tipo de medicamentos no eran muchos, hasta que llegó la moda de otros países.

“Países de primer mundo, por así decirlo, comenzaron a ver que los medicamentos sintéticos tenían efectos colaterales y empezaron a ver hacia la naturaleza, así exigieron mayor calidad en su consumo”.

Para la investigadora, uno de los mayores triunfos es la reivindicación de los medicamentos herbolarios que, así lo comenta, pasaron de tener un rol hegemónico en el siglo XIX a ser mal vistos en el XX, hasta llegar actualmente a donde se encuentran.

Esta investigadora responde directa y sin rodeos al cuestionamiento sobre su pasión por la ciencia de su especialidad: “Porque donde lo busques, hay química”.

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