Agencia Informativa Concayc/Ciudad de México.- Inspirado por su padre, a quien define como un hombre extremadamente trabajador y de origen humilde, Octavio Tonatiuh Ramírez Reivich, actual director del Instituto de Biotecnología (IBt) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), encontró su vocación gracias a que durante su juventud acompañaba a su papá al trabajo.
“Tuve la fortuna, y tengo todavía, de tener un padre extraordinario, un padre dedicado y trabajador de orígenes muy humildes, comenzó trabajando como lechero —con una sola vaca— y a medida que pasaron los años fue escalando peldaños hasta concretar una empresa de productos lácteos”, explicó.
Añadió también que desde pequeño le gustaba acudir a la fábrica de su padre para presenciar la transformación de las materias primas en productos, básicamente cómo se transformaba la leche en todos los derivados lácteos, es decir, queso, crema, mantequilla, yogurt, y fue así como descubrió una pasión por los bioprocesos.
“Después de descubrir ese interés, encontré en la carrera de ingeniería química en la UNAM el campo ideal para desarrollarme toda vez que la ingeniería química tiene que ver con el tema de los procesos de la transformación de las materias primas en productos que generan bienestar para el consumo humano”.
Ya en la recta final de su carrera, mientras sus compañeros estaban más interesados en las áreas relacionadas con los procesos energéticos (petróleo), al entonces joven Ramírez Reivich le interesaban más los procesos relacionados con los seres vivos, es decir, los bioprocesos. “Fue así como descubrí la ingeniería bioquímica, campo del cual me enamoré”.
Al concluir su licenciatura, comenzó sus estudios de maestría y posteriormente doctorado en Filadelfia, Estados Unidos, en el campo de la ingeniería bioquímica. Fue hasta ese momento donde pudo aplicar todos sus conocimientos de ingeniería química a la transformación de la materia en productos alimenticios, pero ahora enfocada en los bioprocesos.
Al concluir su doctorado (1990), casi de manera inmediata se abrió para él la posibilidad de regresar a México para integrarse al equipo de trabajo del IBt de la UNAM donde tuvo la encomienda de abrir una nueva línea de investigación relacionada con el cultivo de células de eucariontes superiores, es decir, células de mamífero.
“El objetivo de ese estudio era producir glicoproteínas recombinantes, es decir, proteínas que tienen ciertas modificaciones postraduccionales —las glicosilaciones— y que cuentan con propiedades muy importantes desde el punto de vista médico farmacéutico. Fue en 1990 cuando regresé a México vía el IBt, donde he trabajado desde entonces consolidando mi grupo de investigación, el cual básicamente se ha desenvuelto en el área farmacéutica en la producción de proteínas terapéuticas y profilácticas, es decir, biomedicamentos y vacunas”.
Las líneas de investigación
Al referir sus primeros contactos con el mundo formal de la investigación, el director dijo que fue al realizar su tesis de licenciatura, la cual se relacionaba con el área de los procesamientos de los productos hacia la parte biológica, durante la cual contó con la fortuna de ser aceptado en su grupo por el doctor Rodolfo Quintero en el Instituto de Investigaciones Biomédicas.
Fue ese su primer acercamiento con la investigación; no obstante, no sería el último sino el primero de muchos que lo han llevado a convertirse en un prestigiado investigador que hoy en día es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel III desde 1990.
“Aun cuando yo buscaba desenvolverme en el área de los (alimentos) bioprocesos, fue el destino el que me llevó al campo de la biomedicina y es ahí donde creo que he logrado aportaciones importantes. Mi grupo de investigación se caracteriza por tener dos brazos: uno de investigación básica donde creo que hemos logrado cosas importantes y el brazo de vinculación con la industria”.
Entre algunas de sus contribuciones en la parte de investigación básica, mencionó el desarrollo de nuevos nanobiomateriales basados en estructuras virales. Asimismo, consideró que su proyecto más relevante es el relacionado con el campo de la integración de bioprocesos para la producción de anticuerpos monoclonales.
El balance entre la vida profesional y personal
Respecto a las claves para convertirse en un científico prolífero y exitoso sin que ello implique sacrificar la vida personal, señaló que un elemento fundamental es el apoyo y la comprensión de la familia en torno a la actividad que se realiza.
“Referente a este punto debo agradecer profundamente a mi familia, porque al mundo de la investigación hay que dedicarle muchas horas, por ejemplo, yo trabajo 10 a 12 horas diarias, además muchos sábados, muchos domingos y muchos días festivos, pero mi familia lo ha entendido y se ha adaptado”.
No obstante, dijo, sí es muy importante buscar tiempos de calidad con la familia y para lograrlo, “en mi caso he optado por los grupos de investigación grandes, lo cual permite una mayor división de tareas. En mi grupo de investigación somos, porque yo así lo he decidido, alrededor de 45 personas que trabajamos en el área de investigación básica, pero también en materia de desarrollo tecnológico”.
Expresó que además del balance profesional y familiar debe darse un balance individual, es decir, destinar un poco de tiempo a otros gustos y aficiones que van más allá del amor por el trabajo. “Me gusta realizar algo de deporte, estar en casa con la familia, realizar lectura —novelas clásicas y científicas—, me gusta la jardinería e involucrarme en temas de diseño y construcción, así como el modelaje de barcos”.