Guadalajara, Jalisco.- Para el doctor Miguel Beltrán García, profesor investigador del Instituto de Ciencias Exactas y Terrestres (ICET) de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), entender ha sido la palabra que ha dictado su vida profesional.
En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, el laureado investigador —ganador del Premio Estatal de Ciencia, Tecnología e Innovación de Jalisco 2011— compartió algunos aspectos de su vida, misma que en el aspecto profesional se ha centrado en la investigación y aprovechamiento de microorganismos endófitos de diferentes cultivos, así como en la formación de recursos humanos de alto nivel.
Cuando listo para iniciar su educación universitaria, el joven eligió la licenciatura de químico farmacéutico biólogo en la UAG, tras lo cual cursó la maestría en citopatología en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
“A pesar de que en secundaria y prepa no era buen estudiante, siempre busqué retos grandes y estudiar química no es sencillo. La palabra más importante es entender: quiero entender por qué pasan las cosas. Siempre es entender y aprender”, comentó el investigador respecto a su elección de carrera.
El oriundo de Coatzacoalcos, Veracruz, compartió que su plan original era estudiar la licenciatura, regresar a su ciudad, establecer un laboratorio de análisis clínicos y vivir de ello. Sin embargo, no contó con que conocería algo que en el momento replanteó su proyecto: la investigación.
“Me interesaba curar el cáncer; entender los procesos tumorales y encontrar soluciones para curar esta enfermedad”, señaló el investigador.
Durante las tardes, Beltrán García comenzó a colaborar en un laboratorio de investigación, donde estudió las propiedades de hongos y setas.
En esta línea de investigación versaron sus primeros trabajos, los cuales se refirieron al cultivo de hongos comestibles para encontrar moléculas con actividad biológica. “Logramos diseñar un medio de cultivo para producir este hongo en poco tiempo, que se cosecha cada dos años después de inocularlo. Aceleramos esta producción primero a seis meses y después a 28 días”, comentó el doctor.
La hermosa bioquímica
Miguel Beltrán García pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) desde 2004 y está actualmente adscrito al nivel I. La preparación académica del investigador se complementó con un doctorado en ciencias en agrobiotecnología y un posdoctorado en bioquímica, cursados en el Instituto Tecnológico de Tlajomulco —perteneciente al Tecnológico Nacional de México (Tecnm)— y en el Instituto de Química de la Universidad de São Paulo (Brasil), respectivamente.
“La bioquímica, que para todos es difícil, es algo muy hermoso, si logras entender los procesos bioquímicos de las células o de los organismos en general, puedes entender muchas cosas”, señaló al respecto.
Durante sus estudios de posgrado, el investigador se especializó en el estudio del hongo de la Sigatoka negra y el estrés oxidativo aplicado al mismo. Este hongo es el causante de uno de los principales problemas para la producción de banano en México y el mundo, cuya enfermedad se evidencia en las hojas de la planta, obstaculizando el desarrollo normal de la misma y mermando sus volúmenes de producción.
Biofertilizantes y biofungicidas
El investigador se dice afortunado de haber podido unir su interés inicial del cáncer con los hongos, a través del estudio de la Sigatoka negra.
“Cuando conocí la Sigatoka negra en un plantío bananero de Tabasco, me entusiasmé muchísimo porque el hongo se comporta como un tumor. Es un tipo de melanoma que pigmenta la hoja fuertemente con melanina, misma que descubrí era la causa de la muerte celular de la hoja. A partir de entonces me llamó mucho más la atención”.
A través de bacterias endófitas, el equipo liderado por Beltrán García ha logrado sintetizar biofertilizantes y biofungicidas para diferentes cultivos, entre los cuales destacan el maíz blanco y, por supuesto, el banano.
Un cuate que inspira a hacer ciencia
Desde su creación en 2004, el doctor Beltrán García es líder del Laboratorio de Biotecnología de la UAG. Alrededor de 250 estudiantes de pregrado y posgrado han participado en los proyectos del laboratorio y más de 45 estudiantes de licenciatura y 16 de maestría y doctorado se han titulado bajo dirección del investigador.
El laboratorio ha sido beneficiado con fondos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) a través de diferentes convocatorias para su equipamiento y desarrollo de proyectos de investigación.
“Siempre he querido tener un laboratorio de primer mundo y hacer ciencia de primer mundo. Yo hago ciencia por aprender, aunque normalmente los investigadores hacen ciencia por reconocimiento”, comentó.
El investigador cuenta con más de 15 publicaciones científicas y ha dado cátedra en la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en ÚNICO Universidad y ha sido profesor invitado en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC).
Beltrán García se autodefine como un docente diferente e incluso un poco rebelde e irreverente con el sistema. “Mis alumnos disfrutan y sufren esa irreverencia y rebeldía. Busco que los estudiantes encuentren sus talentos. Todos somos talentosos desde que nacemos, pero no sabemos en qué”, afirmó.
Sin embargo, su meta como profesor es clara: “Ser un cuate que inspira a hacer ciencia en un lugar donde es difícil hacer ciencia”.
El investigador recuerda con alegría que su familia siempre lo incentivó a alcanzar sus sueños y perseguir la vida profesional de su elección. “Así como yo fui inspirado —por mis papás—, me gusta regresar esa inspiración a mis estudiantes y hacerlos soñar. Hoy, gracias al laboratorio que tenemos, los chavos sueñan todavía más en grande”.
Convertido ahora en padre de familia, Beltrán García afirma que tiene en su familia una importante red de apoyo, ya que su esposa también se dedica a la ciencia pero en el ámbito empresarial. Con su hijo de 15 años comparte pasatiempos como los videojuegos, aunque acepta ser ampliamente superado por el adolescente.
“Mi familia está muy orgullosa de mi trabajo. Las cosas que sostienen la relación son amor, respeto y admiración, nos admiramos mutuamente”, compartió el investigador.
Entre la teoría y la práctica
El doctor notó que la ciencia que se estaba haciendo no pasaba de la publicación de algunos artículos científicos y otros tipos de divulgación, mas no tenía un impacto real en la sociedad. Por ello, en el laboratorio le apuesta a que exista un equilibrio entre ciencia básica y ciencia aplicada.
“Quiero revolucionar la agricultura. Nosotros jugamos con la parte de hacer ciencia básica y aplicada. Vamos al campo a aplicar lo aprendido, si funciona, regresamos al laboratorio para saber por qué funcionó y seguimos con ese ciclo entre la teoría y la práctica. Pensar así nos da ventajas”, apuntó.
A quienes buscan perseguir un camino en la ciencia, el catedrático aconseja cultivar el don de la paciencia. “Las carreras de ciencia exigen mucha dedicación pero también mucha inspiración. Cada error debe ser un motivo de inspiración para lograr cosas mejores, eso te vuelve exitoso”.
“Dicen que cuando uno hace lo que le gusta no trabaja. En la universidad es lo mismo: cuando uno estudia lo que le gusta, se está disfrutando. Es esencial disfrutar lo que uno hace el día a día”, concluyó.