Veracruz, Ver., 04 de diciembre de 2017.- El Instituto Veracruzano de la Cultura (IVEC) invita a participar en el taller gratuito de cartonería “Piñatas navideñas y coronas de navidad” para jóvenes y adultos, que impartirá el maestro Milburgo Treviño Chávez, del 5 al 14 de diciembre, los martes y jueves de 16 a 18 horas, en el Centro Cultural Atarazanas.
El maestro Milburgo Treviño ha obtenido tres premios nacionales en concursos de cartonería. Sus tradicionales altares de Muertos y la Cruz de Mayo son una muestra de su creatividad y talento.
Para Milburgo, el trabajo de hacer piñatas fue una alternativa durante una época para mantenerse económicamente, pero ahora las realiza por satisfacción. El papel, la forma y el color son también sus medios de expresión artística. Y en este taller seguramente sus alumnos aprovecharán sus conocimientos para hacer sorprendentes piñatas navideñas.
Las piñatas son originarias de China en donde se utilizaban para las celebraciones de año nuevo. Posteriormente, Marco Polo llevó esta tradición a Italia y la adaptó a las festividades de la cuaresma.
De allí pasaron a España de donde se difundió la práctica de la piñata en México donde se hizo muy popular. Sin embargo, también existe evidencia de que los aztecas realizaban una festividad similar para celebrar al dios Huitzilopochtli.
Pronto utilizaron la piñata como herramienta de evangelización en el Nuevo Mundo. A principios del siglo XVI, los misioneros españoles que fueron a América atrajeron a los habitantes locales a sus ceremonias utilizando piñatas.
La tradición de la piñata moderna se dice que se originó en el mismo momento en que se originaron las posadas de la Navidad en Acolman de Nezahualcóyotl, en el estado actual de México, cerca de la zona arqueológica de Teotihuacán.
Fue en esas misas que tuvieron lugar en los días previos a la Navidad que los frailes introdujeron la piñata. Ellos usaron la piñata como una alegoría para ayudarse en sus esfuerzos por evangelizar a los pobladores de la región. La piñata original tenía la forma de una estrella con siete picos.
Una vez en México, los misioneros agustinos recurrieron a esta tradición como parte de la evangelización, convirtiendo a la piñata en un elemento con sentido religioso. Decían que los adornos de oropel, o sea las láminas de latón que imitan el oro, simbolizaban las vanidades y engaños del mundo.
Los picos representaban los siete pecados capitales los brillantes colores de la piñata simbolizaban la tentación. La piñata se transformaba en una representación de la fe ciega y de la virtud o la voluntad para vencer el pecado.
Los caramelos y otras golosinas dentro de la piñata representaban las riquezas del reino de los cielos, por lo tanto la enseñanza que se acompañaba con fe y una sola virtud podía vencer el pecado y recibir todas las recompensas de los cielos.