De niño, Antonio García de León Griego (1944) fue cautivado por Jacinto, su "nano", quien todas las tardes le contaba cuentos y leyendas en lengua náhuatl. Sin embargo, nunca escuchó "la historia total de Veracruz" que le prometía su cuidador "cada vez que el aguardiente se le subía a la cabeza". Esa frustración llevó al investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a escarbar en diversas fuentes documentales que dieron por resultado un libro que abarca tres siglos de historia: Tierra adentro mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a Sotavento (1519-1821).
García de León, quien ha dedicado 52 años a la investigación de la historia social, cultural y económica de México, en especial de las regiones del Golfo y el Caribe, asistió al ciclo de conferencias Conversando con..., organizado por el Seminario de Historia Contemporánea de la Dirección de Estudios Históricos (DEH), para hablar de un trabajo de largo aliento que lo llevó a navegar por una gran cantidad de acervos, hasta conformar una obra considerada un clásico de la historiografía mexicana.
El Premio Nacional de Ciencias y Artes 2015, en el campo de la Historia, estuvo acompañado por Luis Barjau, director de la DEH; la antropóloga Ruth Arboleyda y la historiadora Lilia Venegas. Comentó que en su libro, editado por la Universidad Veracruzana y el Fondo de Cultura Económica en 2011, recuperó tablas y mapas de la región, al igual que leyendas como "La mulata de Córdoba" y "El toro de los cuernos de oro", entretejidas con la historia del comercio a distancia.
Veracruz ha sido una obsesión permanente en su vida, no sólo por haber nacido en Jáltipan de Morelos, al sur del estado, sino porque desde los años sesenta del siglo XX se dedicó a recoger datos, crónicas y documentos de los pueblos de la cuenca del Papaloapan hasta La Chontalpa, en Tabasco.
El Museo Nacional de Antropología me comisionó en los años setenta para realizar un reconocimiento puntual de la región. En esa época, mapeamos lenguas, dialectos, creencias religiosas y míticas, santuarios, música, tradiciones poéticas, cuentos, etnografía de la producción agrícola, ganadera y pesquera. Era un trabajo a ras de suelo que hice al lado del antropólogo Fernando Cámara Barbachano (1919-2007)".
Esa indagatoria partió de la nostalgia por la infancia en su pueblo natal y por la vida rural que deseaba rescatar como si fueran los fragmentos de un naufragio que conformaban parte de una historia que debía contar.
El doctor por la Sorbona de París refirió que ese fue un primer acercamiento desde la óptica antropológica a la historia de Veracruz, décadas después, en 2003, con apoyo de la Fundación Guggenheim, comenzó una investigación en 82 fondos documentales que dio como resultado un libro de casi mil páginas.
"Al juntar documentos de varias colecciones vi crecer una aldea desde las arenas deshabitadas de una playa inhóspita en tiempos de la conquista española hasta la ciudad borbónica que resultó ser el puerto de Veracruz a principios del siglo XIX".
El hilo conductor del volumen es el comercio a gran distancia. El puerto creció como el eje de mercadería articulado ligado a la economía atlántica, mientras que la costa del Sotavento —al sur del estado— se transformaba en un espacio de reservas productivas.
El autor conformó el libro en tres apartados: uno sobre la visión de la microhistoria de la ciudad y de los pueblos y aldeas vinculadas con el comercio del puerto; otro aborda las jurisdicciones coloniales en la Nueva España, los virreyes, las ciudades de Puebla, Guadalajara y Acapulco en el Pacífico. El tercero da cuenta del fin de la Guerra de Sucesión Española en 1713, época dominada económica e ideológicamente por los ingleses y que se refleja claramente en el comercio de Veracruz y en la presencia del consulado de Gran Bretaña en la bahía.
En su investigación el autor logró determinar, a partir de los documentos de la Caja Real, la frecuencia con que navegaban las flotas a distintos puertos europeos, la represión contra los cimarrones de Yanga, así como el traslado del ganado de la costa de Veracruz al Altiplano, actividades financiadas por los tributos que recaudaba la Corona española.
García de León dijo que su libro echa mano de la interdisciplinariedad y se acerca a la literatura. "Para mí lo más fascinante fue la invención del pasado que ya no existe sino en la vida de quienes lo construimos. Nuestro quehacer consiste en ensamblar el pretérito y llenarlo con cada nuevo dato para enriquecerlo o modificarlo".
En la conversación, Luis Barjau, titular de la DEH, comentó que el libro de García de León se potencia enormemente al ser, de modo paralelo, un estudio regional y un compendio de historia económica, pero ni la intensidad de la mirada diestra del economista, ni la del lingüista estrechan la visión etnológica sobre las sociedades indígenas con su devenir, "y esta mirada nos permite entender los increíbles matices de las culturas totonaca, popoluca, olmeca, náhuatl, andaluza y lusitana en su conjunto".
Añadió que la obra del historiador ya es un clásico de la historiografía mexicana, porque marca un hito que sigue las empresas de otros eruditos que en el pasado han observado con detenimiento el Golfo de México, como los jesuitas Francisco Javier Clavijero (1731-1787) y Francisco Javier Alegre (1729-1788).