Armando Bonilla/ Agencia Informativa Conacyt/ Ciudad de México.- Tras varios meses de trabajo que involucraron a un equipo multidisciplinario integrado por científicos, curadores, arquitectos y expertos en contenido museográfico, entre otros, el Museo de Historia Natural concluyó la primera etapa de su proceso de renovación y abrió oficialmente al público general las cuatro bóvedas que sometió a ese proceso.
De acuerdo con el biólogo Javier de la Maza, quien junto a la empresa Siete Colores coordinó la renovación, el nuevo contenido es resultado de un importante esfuerzo técnico-científico.
“El eje central de este trabajo consistió en recuperar la esencia de lo que es un museo de historia natural, es decir, un museo que le platique al visitante la historia natural de nuestro planeta, así como el origen y la evolución de la vida y los ecosistemas”.
En ese contexto, serán las salas Evolución de la Vida, Diversidad Biológica y México Megadiverso, resguardadas en cuatro de las nueve bóvedas que albergan el museo, son las encargadas de contar, bajo una nueva narrativa, a los visitantes los aspectos más relevantes de la historia natural.
“Cuando comenzamos a planear el guion, nos preguntamos qué elemento podría volver único nuestro museo, y decidimos que sería la historia de nuestro propio país, así que a lo largo de las salas renovadas, los visitantes encontrarán constantes referencias a la historia natural de México”.
Pese a la necesidad de renovar sus exhibiciones y transformar la forma en que el Museo de Historia Natural contó diferentes historias a lo largo de sus más de 50 años de vida, el equipo a cargo del biólogo Javier de la Maza decidió conservar las piezas y exhibiciones más icónicas del recinto, aquellas que se mantienen en la mente de las generaciones que lo visitaron cuando niños y que hoy regresan en compañía de sus hijos.
Un encuentro con la historia natural de México y el planeta
Al iniciar el recorrido, son precisamente dos de las piezas más representativas del museo las que dan la bienvenida a los visitantes a los espacios renovados; se trata del enorme Diplodocus —fósil—, el cual incluso supera la bóveda que lo alberga e invade ligeramente el siguiente espacio, en uno de sus costados se encuentra también el gran perezoso gigante —Megatherium— que ha sorprendido a muchos a lo largo del tiempo y que durante la apertura oficial de las salas también cautivó a la gran mayoría de los niños asistentes.
Inmediatamente después, ya en la segunda bóveda, tras superar una pieza que exhibe un crecimiento bacteriológico que retrata de perfil las diferentes capas de la Tierra y que replica el crecimiento de bacterias según los diferentes niveles de profundidad, se encuentra una de las grandes apuestas del museo: el árbol filogenético, una pieza interactiva que permite entender la relación existente entre todos los seres vivos que se han originado en el planeta, esa pieza cuenta con una pantalla interactiva donde los visitantes aprenderán sobre todos los grupos de seres vivos y los elementos químicos que dan origen a la vida hasta llegar a las diferentes especies que hoy en día conocemos.
Un aspecto interesante en las nuevas salas del museo tiene que ver con el aprovechamiento de los espacios, los cuales se utilizaron de acuerdo con las características de las piezas expuestas, por ejemplo, algunos animales aéreos son exhibidos —suspendidos— en la parte alta de las bóvedas, pero también aquellos que habitan en las profundidades del mar, fueron colocados en bóvedas en el suelo, cubiertas por superficies de cristal que asemejan una ventana al océano.
“Con base en las características del planeta (durante el recorrido), podemos encontrar las diferentes ecorregiones que se distribuyen a lo largo y ancho de su territorio y sobre todo su gran diversidad, misma que nos llevará a un aspecto importante y particular de México, es decir, a la característica de nación megadiversa”.