Ruta Cultural
Emilio Rabasa entre la Constitución y la literatura (II).
“La Gran Ciencia.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez
En la historia final de la novela: “La Bola”, Mateo Cabezudo después de triunfar quedó en plenitud del podery Juan Quiñones huérfano y triste por no poder casarse con Remedios. La segunda entrega de la serie escrita por Don Emilio Rabasa se titula: “La Gran Ciencia”, en esta continuación de la historia el escenario cambiará del pueblo de San Martín de la Piedra a la Capital del Estado, dejaremos de conocer la política municipal para inmiscuirnos en las entrañas del poder de la política estatal, es precisamente en esta alta esfera de la política donde el lector conocerá lo que es: “La Gran Ciencia.”
Juan Quiñones se fue a vivir a la Capital del Estado porque allá vivía su amada Remedios, por recomendaciones del cura de San Martín llamado Benjamín Barojo, Juan rápidamente encontró trabajo en la Secretaría Particular del Gobernador como escribiente, es importante recordar que Juan es un joven honesto, trabajador y estudioso, es por ello que rápidamente le encontraron cabida y utilidad en el trabajo, el jefe inmediato de juan se llama Miguel Labarca, este joven de 24 años de edad era el secretario privado del Secretario de Gobierno y en ese mismo contexto lo hicieron Diputado, claro está que antes modificaron la ley en cuanto a los requisitos de edad para que Miguel Labarca no tuviera obstáculos.
Juan empezará a desarrollarse en un ambiente de ciudad y muy cerca del poder, llegó a vivir a una habitación compartida, este hecho es importante porque aquí aparece un nuevo personaje de nombre Pepe Rojo, quien es estudiante y se convierte en buen amigo de Juan: “Todo el mundo lo llamada Pepe Rojo. Leía muchos libros que parecían prestados. Los Girondinos, El Periquillo, La Física de Brisson, El Album de las Flores, El Tesoro del Parnaso español, El Príncipe de Maquiavelo, Los cuentos de Dickens.”
Pepe Rojo había sido compañero de generación con Miguel Labarca, Juan le dijo que era su jefe y pidió a Pepe le platicara a fondo quien era Miguel y cómo siendo muy joven era tan poderoso en el Estado, Pepe le contó lo siguiente: “De quince años hizo unos versos muy malos y los leyó en la noche de un 15 de septiembre, pero como el auditorio era peor que los versos, lo aplaudió frenéticamente. Agregue usted que su papá le conseguía en el colegio medallitas de cobre dorado para la solapa y vendrá usted a comprender como nos hemos visto todos de confesar que es un muchacho de mucho talento. Convenido y acordado que Miguelito es poeta, se infiere es orador, que es un buen abogado, que es sagaz, que es profundo, que es valiente, y, por último, que es político.”
El Gobernador del Estado se llama Sixto Liborio Vaqueril, como todos los caciques tenía control, hacía y deshacía, su hombre de confianza y consentido era el joven Diputado Miguel Labarca. En el mes de Junio el Gobernador cumplía años, todos los lambiscones de su Gobierno estaban preparando una gran fiesta, para ese entonces Juan Quiñones era muy apreciado y respetado por ser un joven caballeroso, trabajador y eficiente, ya era el brazo derecho de Miguelito Labarca, Juan fue invitado a la comida que se le hacía al Gobernador, es en este evento cuando reaparece el personaje Mateo Cabezudo, sólo que ya no es un simple Presidente Municipal de San Martín de la Piedra, ahora es Diputado.
Cuando Juan Quiñones supo que Mateo Cabezudo era Diputado tuvo todo tipo de sensaciones, si siendo un caciquillo de un pueblito era arrogante, autoritario y vanidoso, ¡imagínese! como será con su nueva investidura. Mateo llegó acompañado a la fiesta con su bella sobrina Remedios, Juan al verla casi se le salió el corazón, Remedios también seguía amando a Juan, el baile empezó, todos bebían coñac y champagne, Miguelito Labarca se le acercó a Juan y le confesó que estaba enamorado de la hija de Mateo Cabezudo, Juan se quedó callado, todo mundo tenía algo que ver con la bella Remedios, al final Juan terminó bailando con Remedios, sin embargo no se emocione, las intrigas y bajezas apenas iniciarán.
Mateo Cabezudo le pidió a su amigo el Gobernador que corriera del trabajo a Juan Quiñones, Miguel Labarca protegió a Juan, además, no sabía toda la historia que sucedió entre Juan y Remedios que nosotros conocimos en la anterior novela titulada: “La Bola”. A partir de aquí inicia toda una historia de intrigas, traiciones, chismes, y lo que se pueda imaginar, porque Remedios también le había gustado al Gobernador y éste empezará a visitar mucho la casa del Diputado Mateo Cabezudo con tal de ver a Remedios, y hará todo lo posible por lograr su objetivo.
Es importante no olvidar que Miguel Labarca es el hombre de confianza del Gobernador, hasta antes del final de esta novela se percibe claramente que Sixto Liborio está preparando a Miguel para que sea su sucesor, por tal motivo su principal función con el joven es enseñarle la gran ciencia, es decir, el arte de la política: “Aquí es necesario hacer lo que conviene y nada más, aquí no venga con leyes, porque no se puede gobernar con las leyes, sino que muchas veces es preciso hacer otras cosas, sí, señor. Esto será muy legal, pero no es político, y la política es lo primero. ¿Me entiende? es lo primero. “
Miguelito Labarca desesperado le confesaba a Juan Quiñones: “Juan, yo no sirvo para esto. Yo no entiendo como por intereses de partido., ¡qué partido!, por intereses personales, pueden sacrificar la justicia y la conveniencia pública.” Ordenando hasta esta parte lo narrado, nos encontramos a Juan Quiñones enamorado de Remedios, Miguel Labarca el joven maravilla está ya en plena conquista de la misma joven, el Gobernador se encuentra empeñado por saciar sus deseos con la pueblerina, en esta etapa reaparece el Lic. Pérez Gavilán, quien reanudará el movimiento revolucionario para derrocar del poder a Sixto Liborio.
El final completo de lo que sucede en: “La Gran Ciencia” lo podrá leer usted, por ahora le anticipo que Remedios sigue siendo leal y amando a Juan, la historia de este amor sufrido que hasta ahora no puede concretarse, continuará.
En cuanto a Miguel Labarca quiero decirles que resultó ser gran alumno y superó a su maestro el Gobernador Sixto Liborio, porque mientras el Gobernador huye por los campos junto a su familia con la vergüenza de haber sido derrotado, el joven maravilla que pasó de ser un aprendiz a maestro, ha cambiado los principios originales que regían su vida por los valores aprendidos en La Gran Ciencia: “¡Quite usted, hombre! En política no hay escrúpulos que valgan y la gran ciencia es no caer, no perder.”
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