México, Julio 2016.- En el 2015 una joven fue rescatada del suicidio en los baños de un establecimiento comercial en Guadalajara, gracias a una llamada al 091 y a maniobras por parte de la policía quienes practicaron RCP para recuperar las constantes vitales. Este suceso se produjo debido al acoso que sufría la joven por parte de un hombre de 27 años quien acosaba y exigía sexualmente a la menor, a cambio de no publicar fotos íntimas.
Este es uno de muchos casos de sextorsión en nuestro país, los cuales dejan un pequeño margen de acción y castigo por la poca denuncia que se realiza. En el mismo Estado, Jalisco, el diputado Miguel Castro Reynoso propuso una iniciativa para regular este delito considerando que "Debemos modificar el Código Penal. El ordenamiento debe mantenerse vigente para proteger la tranquilidad, libertad, patrimonio, honra e intimidad de los individuos" (fuente: Zócalo Saltillo). Pocos han sido los impulsos que ha tenido el castigo de este tipo de extorsión a causa de su origen, el cual trae un doble sentimiento de culpa y victimización en los extorsionados.
Es un delito sexual cada vez más frecuente y difícil de detectar. Los ciberacosadores conducen principalmente a niños y adolescentes a una angustiosa situación que puede acabar en tragedia. Los menores son un blanco fácil porque a edades tempranas, la falta de madurez hace que no tengan los recursos necesarios para hacer frente a sus acosadores. Experimentan vergüenza, pudor, miedo a que sus padres se enteren, convirtiéndose en víctimas "silenciosas" que harán lo posible por no denunciar. Se estima que los casos de sextorsión afectan especialmente a menores entre los 11 y 17 años, siendo la franja entre los 12 y los 14 la más vulnerable.
Hablamos de sextorsión para referirnos a un tipo de chantaje de carácter sexual cuyas víctimas habituales suelen ser los menores de edad. Lo que empieza con una inocente conversación o flirteo en un chat puede abrir las puertas a un pederasta o ciberacosador. El acosador contacta con sus víctimas en las redes sociales, chats y medios similares siguiendo una técnica llamada grooming. Haciéndose pasar por alguien de su edad, se gana su confianza hasta conseguir que el menor se muestre en la webcam o le mande fotos o vídeos con un contenido cada vez más íntimo, una práctica que se denomina sexting. El siguiente paso es pedir al menor un encuentro en persona. Cuando la víctima intenta parar este peligroso "juego", el acosador se desenmascara y amenaza con hacer públicas las imágenes íntimas obtenidas si el menor no sigue atendiendo sus exigencias.
Mariel Cuervo, vocera de la iniciativa "Para Un Internet Seguro" la cual busca combatir este tipo de delitos mediante un canal de comunicación e información amplio, afirma que "las víctimas de sextorsión se sienten atrapadas en un callejón sin salida. A lo largo del proceso de extorsión sexual, el menor sufre un torbellino de emociones combinadas":
Sentimiento de culpa al haberse dejado engañar.
Vergüenza al satisfacer los retorcidos deseos del sextorsionador.
Humillación al perder completamente el control sobre su intimidad.
Ansiedad ante la incapacidad para escaparse de la situación.
Desesperación. No sabe a quién acudir y se distancia de los demás.
Es frecuente que la sextorsión desemboque en una depresión y en algunos casos llega incluso al suicidio. El caso de Amanda Todd fue un caso muy sonado a nivel mundial, donde una adolescente canadiense que se quitó la vida tras grabar un vídeo contando el infierno al que le sometió su acosador. Fue uno de pocos casos sonados y que causaron indignación a nivel internacional, sin embargo el número de suicidios inducidos por la sextorsión está en aumento.
"Para Un Internet Seguro" trabaja tanto con jóvenes como con padres de familia para evitar y denunciar acosos de esta índole, y cuyo puente de comunicación se construye bajo la clave de la confianza, educación, control, protección y prevención. Elementos que deben tener presentes los padres de familia para identificar, prevenir y solucionar casos de abuso sexual por internet.