Mérida, Yucatán.- Cálida y amistosa, Laura Mayagoitia Penagos recibe a la Agencia Informativa Conacyt en el Hotel Maison del Embajador, frente al Centro Peninsular en Humanidades y en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (CEPHCIS UNAM), donde la noche anterior fue curadora de la exposición “Litografía y la industria del tabaco en el siglo XIX” e impartió una conferencia al respecto durante el evento ”Café Científico”.
Con una sonrisa, la investigadora y docente relata que su interés en la litografía surgió en su infancia. Cuando tenía seis años, su padre asentaba en el piso de su estudio un libro de gran tamaño: el “Atlas Pintoresco e Histórico de los Estados Unidos Mexicanos” de Antonio García Cubas. Cuando Laura decía “Ya, papá, ya vi esta”, él pasaba con paciencia a la siguiente página, y así, hoja tras hoja.
Laura Mayagoitia eligió formarse en Pedagogía, obteniendo títulos de licenciatura, maestría y doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) —los dos últimos, como becaria Conacyt— y realizó también un postdoctorado en Educación en la Universidad Complutense de Madrid.
Al darse cuenta de que quería seguir estudiando, inició una maestría en Historia del arte en la UNAM, donde rescató de su memoria el tema de investigación “México en miniaturas, el Atlas Pintoresco e Histórico de los Estados Unidos Mexicanos" de Antonio García Cubas.
“Ahí fue cuando conecté el siglo XIX con mi trabajo de investigación y con aquella imagen que tenía de niña viendo ese libro”, expresó.
Fascinada por la investigación en arte, continuó con su proceso de especialización hasta realizar un doctorado en Bellas Artes en la Universidad Politécnica de Valencia. En la actualidad, se desempeña como docente en el Sistema Universidad Abierta y Educación a Distancia de Facultad de Filosofía y Letras (FILOS) de la UNAM.
“Ahora combino la cuestión pedagógica y el Arte, porque me doy cuenta de que para la pedagogía lo visual es muy importante”.
Papel de la litografía en la publicidad
Durante su investigación de maestría, Mayagoitia conoció los lugares pintorescos dibujados y los avatares del “Atlas Pintoresco e Histórico de los Estados Unidos Mexicanos” de García Cubas al viajar a Norte América y Europa y ser exhibido en diversas ferias y eventos internacionales de Arte.
Abordó el estudio de las casas litográficas donde fue impreso y, específicamente, la evolución de la técnica litográfica que tuvo auge en México al final del porfiriato; así como la vinculación de la técnica con la literatura, especialmente la novela, y con diversos periódicos de época, aportando caricaturas políticas.
Pronto aprendió que la litografía fue vital en el siglo XIX para publicitar, por ejemplo, jabones, harinas y vinos, pero sobre todo las etiquetas requeridas por la industria del tabaco durante el porfiriato.
Durante su labor como Coordinadora de posgrado en la Academia de San Carlos de México (actual Facultad de Artes y Diseño de la UNAM), la investigadora encontró bajo la intemperie, mojadas y cubiertas de hongos, piedras litográficas de etiquetas de cerillos, cigarros y puros de una considerable antigüedad.
Para conocer la importancia de este hallazgo, Mayagoitia inició el proyecto de investigación “La litografía comercial en México durante el siglo XIX. Las etiquetas de cigarros y puros”. Recuperó y limpió con apoyo de sus alumnos las piedras litográficas, reimprimió algunas imágenes y dio paso a la incorporación del valioso material a los talleres de la misma institución.
El tabaco en la época prehispánica
Como parte de su estudio, Mayagoitia encontró que el uso del tabaco fue representado desde la época prehispánica, especialmente en los códices Nutall, Borgia y el Dresde, en donde se expresa su utilización en rituales, ceremonias y medicina. “En los códices se representan las deidades del tabaco, algunas, van cargando en la espalda un yetecomatl, que es el recipiente que se come al tabaco”.
La investigadora se dio cuenta de las diversas maneras en que las personas del mundo prehispánico forjaban los cigarritos o empacaban el tabaco, por ejemplo, envueltos en hojitas de hojas de maíz que se ataban de 20 en 20, así como muñequeras o en los llamados toles, bules o calabazas para guardar tabaco.
“No solamente se aparecía la representación de personas fumando cigarrillos o puros, o inhalando el polvo del tabaco por la nariz, también se incluyen braseros en los que se quemaban bolitas de tabaco para ofrendarlo a la deidad y pedir buenas cosechas. En los códices también aparecen representados: el humo, las bolitas y el polvo del tabaco”.
El tabaco en el siglo XIX
El 13 de agosto de 1764 se estableció el estanco del tabaco en México y, alrededor de una década después, se creó la administración de la Renta del Tabaco, encargada de supervisar, dar cuenta a la Real Hacienda sobre su funcionamiento y remitir a España los informes respectivos.
De acuerdo con la investigación de Mayagoitia, durante este periodo fue necesario contratar guardias que se ocupaban de perseguir y oprimir a quienes ocultaban tabaco o fabricaban algunas cajetillas de cigarros. Además, para que los guardias hicieran su trabajo, había sido preciso autorizar, fomentar y estimular el espionaje.
Con el nacimiento de la República, Guadalupe Victoria, presidente México, declaró subsistente por cuenta de la Federación la Fábrica de Puros, Cigarros y Polvo de la Ciudad de México.
“La cuestión del tabaco es fantástica, observamos su desarrollo desde la época prehispánica, su publicidad y comercialización; con los avances en la ciencia se ha indicado a la población el daño que conlleva fumar cigarros que contienen 4 mil sustancias químicas, de las cuales 200 son venenosas y 40 de ellas cancerígenas; sin embargo, es importante recalcar que en épocas anteriores, el tabaco era cultivado de manera orgánica y utilizado en cigarrillos o puros sin adherirle sustancias nocivas".
El arte de las etiquetas de grabado
Durante el siglo XIX, se publicitaron diversas marcas de cigarros a través de la litografía, por ejemplo: “El Conquistador”, “El Artesano”, “El Rey del Mundo” y “La Lotería”. La calidad de las imágenes y los mensajes contenidos definían, incluso antes de probar el producto, la aprobación de su compra.
Para entonces, en la capital funcionaban 33 imprentas, entre las que destacan la de Ignacio Cumplido, Vicente García Torres y Escalante, Ramiro y Ponce de León y Dublán y Lozano, además de las que tenían diversos ministerios de gobierno.
Algunas etiquetas contenían historietas en las que aparecían personajes como “Ranilla” y “Fradiábolo”. José Guadalupe Posada, Manuel Manilla, Urrutia y otros grabadores destacados participaron en la litográfica del “Buen Tono” y los periódicos de la época hacían gala de grabados realizados por las tabacaleras para publicitar sus productos.
“De alguna manera, parte de la historia de México se encuentra representada en las etiquetas tanto de cigarros como de cerillos”, resaltó Mayagoitia.
Conacyt