Zapopan, Jalisco.- Cuando era niño, Juan Nepote quería ser basquetbolista, pero ahora asegura que le faltaban centímetros de altura y le sobraba la creatividad para contar historias. Desde joven estuvo en contacto con libros, periodismo y actividades científicas, y ya de adulto con los museos, por lo que en un momento de su vida llegó a la conclusión de que una de sus actividades favoritas era divulgar la ciencia.

Físico de profesión, este tapatío ha sabido manejar el lenguaje para adentrarse entre la sociedad y así dar a conocer los avances que la ciencia realiza. Juan relata que todo inició cuando empezó a dar clases de preparatoria, ya que en cada sesión se preparaba para enseñar a los alumnos los principios básicos de física pero de una manera más digerible.

“Empecé a dar clases mientras estudiaba física. Lo que hacía en realidad era divulgación científica, trataba de llevar las estrategias de divulgación al aula, para que no fuera una clase. Como profesor no sabía cómo dar clases, así que traté de hacerlo como lo haría un divulgador: contando anécdotas o historias, tratando de construir con los alumnos lo que queríamos ver”.

Además de las materias de física que debía impartir, Juan también tenía la tarea de ser docente de cálculo diferencial, una materia que lo tomó por sorpresa; sin embargo, buscó la historia detrás de los términos que utilizaba esta disciplina y así fue como se enfrentó a sus alumnos: con una historia que contar.

“Trato de aprender. Me gusta hablar de algo de lo que no sé mucho y aprendo y cuando aprendo todo eso, encuentro qué fue lo que a mí me movió y lo uso para transmitir ese hallazgo, ese descubrimiento de conocimiento”.

Ese método fue replicado con cada tema que Juan desconocía, pero este hábito le trajo siempre sorpresa al conocer algo nuevo para explicar. Aún siendo docente de preparatoria fue invitado a un proyecto emergente; se trataba de un museo, donde requerían la habilidad que tenía Juan para contar la ciencia como si se tratara de una historia.

“Tenía inquietudes e intereses y de pronto me dijeron que había un proyecto que necesitaba ese tipo de historias, pero ahora convirtiéndolas en lenguaje de museo. Así entré en esto y me eché a perder, sentí que la divulgación era algo a lo que me podía dedicar”, sonríe Juan.

Divulgación en los museos y para los niños

A inicio de la década de 2000, y con el auge de los museos interactivos en el país, un grupo de expertos y novatos en temas museográficos fue convocado para la creación de un nuevo museo, que en 2003 se concretaría como el Museo Trompo Mágico, localizado en Zapopan, Jalisco. En ese equipo se encontraba Juan, un joven con muchas ganas de hablar de ciencia.

Esta etapa laboral le dio la oportunidad de explotar su manera de contar la ciencia, pero ahora a niños más pequeños. Gracias al contacto con ellos, Juan quedó fascinado con la curiosidad que muestran y tomó este rasgo para mejorar sus estrategias de divulgación y así acercar la ciencia de una forma más cotidiana.

“Hay gente que ha intentado tomar todo aquello y darle más peso a esa infancia llena de dudas y ávida de hacerse preguntas”, relata Juan, quien asegura que además de conocimiento, trabajar en el Trompo Mágico le ayudó a conocer a su ahora esposa y madre de sus hijos.

Para Juan Nepote, esa curiosidad de niño que observó al trabajar con ellos es un rasgo que debe estar siempre presente entre la comunidad científica, sobre todo para así aprovechar la sorpresa ante nuevos descubrimientos o la imaginación para pensar más allá de lo establecido.

“Es como si los científicos fueran niños permanentes, con suficiente imaginación para relacionar cosas que aparentemente no están vinculadas o que no tienen miedo a hacerse todo tipo de preguntas o a comprometerse con explorar posibles respuestas”.

La influencia de los Arreola

Mucha gente conoce el trabajo de Juan José Arreola, el célebre escritor jalisciense autor de obras como Confabulario, pero pocos saben sobre su tío, José María Arreola, un sacerdote y científico que se rumoraba que dormía o leía mientras iba en bicicleta. La relación de estos personajes fue algo que fascinó a Juan Nepote, a raíz de lo cual nació su idea de combinar dos áreas aparentemente desvinculadas: la ciencia y la literatura.

“Juan José y José María son para mí un ejemplo vital de los cruces entre ciencia y literatura, y personalmente creo que surgió de ahí el interés. Normalmente los escritores más entrañables tienen una mirada muy curiosa, como los niños, mantienen la curiosidad casi intacta y se acercan a muchos ámbitos, como la ciencia, y a veces la usan en su obra”, sostiene Juan.

La relación entre la literatura y la ciencia es una de las pasiones de Juan, quien actualmente trabaja en el rescate de la historia de personajes relevantes para la escena científica en Jalisco, entre ellos el poco conocido José María Arreola, quien llegó a “predecir” terremotos, y a quien califica como una de sus influencias personales como divulgador de ciencia.

Aunque Juan señala que no se imaginaba como divulgador de ciencia cuando era niño, dice que se siente cómodo con su labor, pues complementa ese hábito que tenía cuando joven de crear historias en cualquier momento de su vida y darlas a conocer.

“Siempre estaba esa necesidad de conocer o descubrir algo y tener esa imperiosa necesidad de ir a contarle a alguien más y decir ‘¿ya viste esto?’”.

Además de ser divulgador, Juan también es editor de libros sobre ciencia y escritor; colabora en medios de comunicación en los que comparte su visión de la ciencia. Uno de estos es la revista Ciencia y Desarrollo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), y actualmente forma parte del equipo que trabaja en la integración del Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara.

Conacyt