Génesis Gatica Porcayo/ Agencia Informativa Conacyt/ Ciudad de México.- La inflexión de su voz, la emoción en su mirada y la firme convicción de que no existen límites para cumplir sueños muestran la pasión con que Lorena María Durán describe su vida dividida entre literatura, música y ciencia. Ella escogió hacer lo que ama por encima de lo que le conviene, incluso ir más allá de los estereotipos de género.
No solo es doctora en ciencias marinas y especialista en el manejo de recursos marinos, tiene publicaciones en el área de humanidades gracias a su segunda carrera enfocada en la lengua y literatura latinoamericanas.
Estos enfoques formaron una visión diferente para consolidar sus vocaciones y hacer lo que ama. La ciencia y la poesía han sido piezas fundamentales en su vida ya que esta dualidad la impulsa desde la infancia y considera que el conocimiento de la vida, sus ciclos y la ciencia en sí permiten una mayor sensibilización que puede expresarse tanto en la literatura como diferentes disciplinas artísticas.
Su historia se remonta a la década de 1970 la cual estuvo marcada por grandes cambios sociales y políticos, uno de los más representativos fue la aprobación jurídica entre el hombre y la mujer en 1974, que provocó la aplicación de la ley equitativamente en todos los niveles.
El concepto de equidad de género ha sido el motor por el cual la bioquímica Lorena María Durán Riveroll ha basado su vida, pues vio la luz el 20 de octubre del mismo año en que se reformó el artículo cuarto constitucional.
La doctora en ciencias marinas nació en el Distrito Federal —hoy Ciudad de México—, pero vivió en el Estado de México hasta la mayoría de edad, y sus inicios en la investigación científica se deben a un regalo familiar que cambió la manera de ver el mundo, “mis papás me regalaron un juego de química Mi Alegría y a partir de ahí yo monté mi laboratorio”.
Vocación científica desde la infancia
Actualmente es especialista en líneas de investigación relacionadas con microalgas marinas tóxicas formadoras de florecimientos algales nocivos, donde utiliza herramientas moleculares para el análisis, identificación, purificación y modelado por computadora de las especies identificadas.
Sin embargo, antes de llegar a su posición actual, tuvo que pasar por una serie de experiencias que le permitieron ver más de una posibilidad de vocación profesional.
Criada en el seno de una familia conservadora, su padre, con formación en la ingeniería, cedió su mesa de trabajo para que la pequeña Lorena creara su propio espacio, un laboratorio.
Así se vio rodeada de matraces y tubos de ensayo. Un año después le regalaron un microscopio y fue lo que cambió completamente su vida, pues nadie podía tocar su zona y así definió la vocación.
“Cuando me regalaron el microscopio, regresaba de la primaria con muestras de todo: saliva, lagañas, moscas, todo lo que me encontrara terminaba ahí. Desde ese momento supe que mi vocación ya estaba determinada”, recordó.
Entre la veterinaria y la ópera
Tiempo después surgieron intereses diferentes gracias a sus profesores. Cuando ingresó a la secundaria, emergió una afición por la literatura, la cual se inspiraba en la pasión que su maestra imprimía en cada cátedra, lo que despertó en ella otra posible vocación.
En ese entonces, la especialista se dedicaba a la enseñanza de música cuando su mascota, una perrita con ceguera, fue atropellada, esta no murió en el accidente, pero la falta de dinero para cubrir los gastos de su recuperación la llevó a pagar con trabajo en la veterinaria donde atendieron a su mascota.
“El médico veterinario hasta la fecha sigue siendo mi amigo y en aquel entonces trabajé con él en la clínica, después comenzó a pagarme doce o quince pesos el día y además atendía gratis a mi perra. Fue así como rescatamos perros atropellados, abandonados, golpeados; fue una labor muy noble”.
Para cuando iba en la preparatoria, Lorena Durán seguía trabajando en la veterinaria pero abandonó la enseñanza de música para realizar el sueño de querer ser cantante de ópera, idea que finalmente descartó por la oposición de su familia y por rebasar la edad para entrar al conservatorio, pues ya tenía 16 años y el límite era quince.
“Canté durante mucho tiempo pero cuando ya iba a entrar al conservatorio mis papás dijeron que la vida de una artista es para otro tipo de personalidades que no encajan con la mía, ellos preferían que fuera médica o abogada, lo clásico”.
La disyuntiva literaria y científica
Pese a la tristeza de no haber logrado entrar al Conservatorio Nacional de Música para ser cantante de ópera, vio las posibilidades de estudiar lo que ella deseaba y no lo que le imponían, es por eso que la clase de su maestra de biología en preparatoria la inspiró a retomar su vocación por la ciencia.
“Supe que lo que me gustaba era la bioquímica, en la preparatoria tuve a la mejor maestra de biología que se clavaba en ella y después de ver fotosíntesis y las reacciones del ciclo de Krebs dije: 'Esto es lo mío'”.
La especialista mencionó que las reacciones químicas que suceden dentro de los organismos vivos son lo que más le interesa en el mundo, pero en aquel entonces resurgió una antigua afición: la literatura.
“Al mismo tiempo que amaba la bioquímica, mi profesor de literatura, mejor conocido como Sadam Hussein porque era igualito a él, nos empezó a involucrar en un proyecto donde me tocó estudiar ampliamente a Rosario Castellanos y dije: 'No, la literatura es lo mío'”.
Al momento de tomar la decisión de carrera universitaria, optó por estudiar biología en tres universidades: la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP), donde le ofrecían tanto beca completa como estancia, y finalmente en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) en ingeniería bioquímica enfocada en sistemas marinos.
“Resulta que me quedé en las tres y ahí había que tomar una decisión, fue muy difícil, pero también concluí que el mar es mi lugar favorito en el mundo, así que me decidí por el Tec de Monterrey, donde hice el examen a escondidas y terminé con una beca de excelencia de 90 por ciento en el campus Monterrey, pero ¿qué crees? Mis padres dijeron que no porque una señorita decente como yo no debería estar sola, y siguiendo el consejo de un amigo escogí hacer lo que yo quise porque sería por el resto de mi vida”.
Pese a las opiniones divididas de sus padres, optó por irse a Monterrey donde estudió tres años y medio y finalizar la carrera en Buenos Aires, “para irme a Argentina también fue otro rollo hablar con mis padres porque evidentemente no querían, al final me fui y dejaron de hablarme por tres meses, mientras estuve allá”.
Durante su estancia en el Cono Sur vivió de todo, la atropellaron, tuvo influenza y experimentó lo que realmente era estar completamente sola en un país diferente y sin alguien que pudiera apoyarla; sin embargo, hizo amigos que considera entrañables y que hasta la fecha conserva.
Amor y nueva vida
Después de terminar su estancia en el extranjero, Lorena Durán regresó a México donde tuvo la oportunidad de hacer la maestría y participar en un proyecto con microalgas en La Paz, Baja California Sur.
Para ese entonces, un amor de la preparatoria la esperó mientras estuvo en Argentina y en su regreso a México lo dejó todo para irse con ella a La Paz, “ yo tenía 22 años y él es un hombre mayor, mis padres nunca lo quisieron porque se dedicaba a la fotografía. Cuando regresé, trabajaba como fotógrafo físico en el Museo Nacional de Antropología y lo dejó todo por irse conmigo a un pueblo donde no había nada para él, fue muy difícil”.
Al final, la persona encargada de llevar a cabo el proyecto desapareció con todo y recursos económicos que fueron otorgados por el Consejo Nacional de Ciencia Tecnología (Conacyt), “entonces me quedé sin proyecto, sin trabajo y con la prohibición de regresar a mi casa porque ya me había salido con un hombre, así que ya no era hija de familia”, recordó.
Fue así como inició sus trabajos en acuacultura durante siete años, tiempo que sirvió para darse cuenta de que ese mundo no era para ella, pues hay una amplia división en cuanto a equidad de género. Regresó a estudiar la maestría y el doctorado para dedicarse a la bioquímica, “había machismo, misoginia y corrupción, no quise saber nada más de la acuacultura, lo mío era la academia”.
Mientras trabajaba en acuacultura realizó su segunda licenciatura en lengua y literatura latinoamericanas y en ese periodo de estudio y trabajo simultáneo, ella y su pareja decidieron ser padres.
“Era una vida muy ajetreada; sin embargo, mi pareja y yo decidimos tener un hijo, pero yo trabajaba por la mañana y estudiaba por la tarde, así que era una vida bastante complicada”.
Capacidad para inspirar y apasionar
Los estudios de maestría y doctorado los realizó en La Paz cuando inició sus investigaciones y trabajos con macroalgas en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas (Cicimar) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), donde se enfocó en la búsqueda de potenciales antibióticos que fueran mejores que los actuales.
En sus estudios no encontró la molécula que buscaba pero sí hubo otra que le permitió afinar sus técnicas de química analítica, específicamente la cromatografía, además de centrarse en el estudio de las toxinas.
Después de haber incursionado en los métodos de extracción de moléculas de prueba, es decir, de moléculas biológicamente activas, y de enfocarse en el estudio de las toxinas, fue parte del Consejo General Consultivo del IPN en La Paz en 2012 durante su doctorado. Además recibió la presea Lázaro Cárdenas como mejor estudiante del país en ciencias químico biológicas y médicas, reconocimiento que la posicionó en el mundo de la ciencia.
“Yo no pude recibir el reconocimiento porque estaba en Alemania terminando mi doctorado, fue mi mamá quien lo tomó de manos del presidente Enrique Peña Nieto; sin embargo, antes de que lo recibiera, los directivos se negaron a que mi mamá me representara, que debía ser un hombre y les externé mi enojo por su falacia, que premian a una mujer y no quieren que otra mujer recoja la presea en mi nombre, al final accedieron”.
Además, en el mundo paralelo de su lado científico, la literatura, obtuvo dos premios literarios, los Juegos Florales de La Paz en 2009 y el Premio Estatal de Poesía “Ciudad de La Paz 2012” con las publicaciones Cuerpo presente y Migajas en el camino, los dos libros en los que es única autora; también cuenta con siete antologías publicadas.
Después del inconveniente por la mención honorífica y terminado su doctorado, Lorena Durán se enfrentó a la realidad que representa el desempleo, pues ella se inclinaba por la investigación pero no había vacantes, así que optó por dedicarse a la docencia.
“Me encanta dar clases de química a los jóvenes porque yo creo que su falta de vocación se debe muchas veces a que los profesores no son capaces de inspirar y apasionar, incluso podemos matar vocaciones reales con una clase pésima o una materia mal dada, por eso creo que es muy importante transmitir pasión y gusto por lo que haces”.
Apoyo incondicional sin diferencias de género
Durante el periodo donde equilibraba estudio, trabajo, crianza y cuidado de un hijo, tuvo el apoyo idóneo de parte de su pareja, ya que él se encargaba sin miedo de realizar todos los trabajos del hogar.
“El apoyo de mi pareja fue fundamental porque en las tardes él cuidaba al niño, lo bañaba, cambiaba, se hacía cargo absolutamente de todo y ahí fue cuando mi mamá lo empezó a querer. En mi opinión, no creo que los hombres sean incapaces de cuidar bebés pero muchos hombres tienen pensamientos contrarios, afortunadamente mi esposo nunca fue así”, comentó.
No se describe a sí misma como feminista de esta nueva era, la cual considera extrema, pero tiene la firme convicción de que no existen diferencias intelectuales ni de capacidades entre hombres y mujeres.
“Creo que mi filosofía de vida es que puedo hacer lo que me proponga y eso no significa que la voy a tener fácil, siempre he querido ser investigadora pero el hecho de ser mujer me ha dado más batallas y la ayuda de una pareja no es indispensable pero es importante porque sé que sola no lo hubiera podido hacer”.
Actualmente su hijo tiene catorce años, estudia violín en la Facultad de Música y ha crecido bajo la instrucción de que la realización profesional de sus padres es igual de importante que la que él tiene como músico, “lo importante es apoyarnos para perseguir nuestros sueños, nos ayudamos en todo”.
Lorena Durán consideró que intelectualmente nunca se ha sentido inferior a nadie ya sea hombre, mujer, científico o artista y esa seguridad en sus capacidades intelectuales la han llevado a lo que es hoy: “Creo que a veces lo que nos detiene es el miedo”.